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Las decisiones se toman en silencio

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Por Datos Históricos

La Habana.- En 2017, cuando el mundo seguía mirando al ajedrez como un juego de inteligencia pura, una gran maestra ucraniana decidió que la dignidad también debía formar parte del tablero.

Anna Muzychuk, campeona mundial de rápidas y blitz, recibió la invitación para competir en Arabia Saudita. Allí, en apenas cinco días, podía ganar más dinero que en decenas de torneos juntos. Podía defender sus títulos. Podía seguir escribiendo historia.

Pero había una condición. Varias, en realidad. Tenía que vestir una abaya obligatoria. Tenía que aceptar restricciones de movilidad y ser acompañada por un hombre para salir del hotel.

Tenía que jugar —y vivir— bajo reglas que la colocaban en un lugar que ella jamás aceptaría: el de una mujer de segunda. Anna tomó una decisión que pocos atletas se atreverían a tomar. Dijo no.

“No competiré en un campeonato donde mis derechos valgan menos que mi talento.” Sabía exactamente lo que perdería: dos títulos mundiales consecutivos, prestigio, reconocimiento, premios, dinero.

Pero sabía también lo que ganaría: permanecer fiel a sí misma. Lo más doloroso, diría después, no fue la renuncia… sino la indiferencia.

La sensación amarga de que su gesto, su sacrificio, su posición por simple igualdad, pasaba desapercibida en un mundo que a menudo celebra la victoria, pero no siempre el valor.

Aun así, Anna se mantuvo en pie. Porque hay decisiones que se toman en silencio, pero que hacen más ruido que cualquier campeonato.

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