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¿LA ÚLTIMA FERIA DE MI PUEBLO?

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Por Arnoldo Fernández ()
Contramaestre.- Luego de escuchar a la gente, -lo habían dicho en la radio-, allá me fui buscando las ofertas, los buenos precios y qué encontré:
1. Los tradicionales vendedores a la defensiva: sus mesas en silencio, temor al cuerpo de inspectores, a los funcionarios, a los policías…
2. Multas a vendedores de lechuga, tomate, cilantro, ajos, cebollas, por altísimos precios.
3. Muy pocas ofertas del Estado, la mayoría de los privados, así que a pesar de la noble intención de regular precios y exigir su cumplimiento, existe un mercado real que arrolla todo eso.
4. Machos para asar en púa a la espera de la conclusión del acto por la Batalla de Maffo.
5. El casco histórico de la ciudad totalmente rejuvenecido: pintura, lámparas, fuente, todo lo que forma parte del mismo.
6. La gente molesta porque muy pocas cosas de las prometidas en la radio podían encontrarse.
7. A las 10 de la mañana desaparecieron del mercado las ventas de cilantro, ajo, cebollas. Los poquísimos tomates de calidad había que buscarlos en lo subterráneo a $150 la libra, el mazo de lechuga a $70, un vasito plástico de ajo a $200, la libra de yuca a $50, la cebolla a $300 el mazo…
Intervenir el mercado y regularizarlo no será posible con multas y presión sobre vendedores que concurren al mismo, sino con las ofertas del Estado que sean capaces de hacerle competencia a los precios especulativos que lo dominan.
Estamos ante una economía caotizada con serios problemas de oferta, cambiar las reglas del juego exigirá otra mirada.

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