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La tragedia de un pueblo y el desprecio del régimen

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Por Irma Lidia Broek ()

Berlín.- ¿Cómo puede alguien hablar con tanto desprecio, cinismo y prepotencia? Basta leer sus ojos y su lenguaje corporal: siempre sembrando odio entre los de adentro y los de afuera, como si no fuéramos precisamente los exiliados quienes cargamos con el peso de todo, por la ineptitud de ellos.

Nosotros ayudamos no solo a nuestras familias, sino a desconocidos: ¿cuántos enfermos sin medicamentos hemos salvado? ¿Cuántos casos de miseria extrema hemos atendido, mientras a ellos nunca les importó?

Tras cada huracán, los exiliados asumimos la responsabilidad: enviamos toneladas de ayuda que, en la mayoría de los casos, el régimen entorpece, decomisa o —peor aún— revende a las mismas víctimas que lo perdieron todo, apropiándose de nuestro esfuerzo con descaro.

Ver vídeo: (https://www.facebook.com/reel/725363800572693)

Hay que ser profundamente despreciable para acusar a los que vivimos en el exilio de alegrarnos por las desgracias del pueblo cubano. ¡Basta ya de alimentar la mentira y la desunión!

Decir “Cuba resiste” en términos generales es una falta de respeto. Muchos ya no tienen fuerzas para resistir. Miguel Díaz-Canel y toda la cúpula sí pueden decirlo: a ellos no les falta nada. ¿De qué Revolución hablan? ¿De la de los dirigentes, con sus privilegios intactos?

El pueblo ya no cree en ninguno de ustedes. Cuba es un Estado fallido: no hay alimentos, no hay medicamentos, ni siquiera médicos —porque todos son exportados como mercancía.

El cubano de afuera sufre cada día la tragedia de su pueblo. Podríamos ser libres, pero seguimos arrastrando las cadenas.

Basta de esparcir odio. Divide y vencerás: eso es lo que han hecho desde 1959.

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