Atlanta.- El portero de un paladar cobra 100 dólares y un profesor universitario menos de 20 y aun así el Estado asegura que podrá subsidiar personas y no productos.
El subsidio a personas constituye un campo abierto a miles de formas de corrupción y procederes de amiguismo en lo que se define quién es subsidiable. Tal propuesta de subsidios nos va a dejar aún más lejos de la sociedad justa que se pretendió alguna vez y constituye el fin de los sueños de progreso social. Explico:
Hoy en el país confluyen dos economías incompatibles en un mismo mercado, una privada y una estatal en un escenario en que el trabajador estatal tiene que desenvolverse en el mismo ambiente de mercado abierto que el privado aunque su realidad es de total subsidio. Veamos el por qué:
De la generación de riquezas total que se crea en un año, el Estado retiene un monto significativo para sus programas públicos (y no tan públicos); esto quiere decir que un enorme monto de capital creado por el trabajador no reingresa directamente en su beneficio y va a parar al supuesto “bien común”. Pensemos que un trabajador estatal puede crear 10 mil pesos en producción en un día, cifra nada absurda, y de ellos recibe 100 porque de su aporte se ha retenido un cantidad considerable en supuestos “programas sociales”, es decir, su salario está limitado (en aras del bien común) y es en esas condiciones en las que el Estado advierte que subsidiará productos a pesar de que le quita un porciento importante de capital al trabajador.
Por todo esto se asume que el trabajador estatal va a aquedar desprotegido dos veces: la primera, debido a la retención de un parte de su salario y la segunda, ante la ausencia de los productos que debieran estar como resultado de la retención de un porciento de su aporte o de su propia contribución que se supone vaya a programas de subsidios.
No tiene sentido privar al trabajador de un programa de subsidios extraído de sus ingresos y a la vez quitarle ingresos bajo supuestos beneficios de esos programas. Es así como el trabajador estatal caería en una economía abierta de precios a los que no puede llegar jamás por la sencilla razón de que un tajo significativo de sus propios ingresos fue retenido, y encima de ello, los supuestos productos de primera necesidad que deberían existir no existen por lo que se los tiene que agenciar en una economía de mercado abierto, ante la cual está indefenso.
Por otra parte el trabajador privado, como norma, gana mejor pero dado el constante incremento de precios ante la ausencia de producciones, se ve igualmente empujado hacia el mismo grupo expuesto.
En las condiciones actuales del país, solamente un ínfimo grupo de personas puede gestarse condiciones de vida prósperas y por tanto, no necesita de subsidios. En la mayoría de los casos, ellos caminan por su lado y usted ni lo sabe, porque ni son talentos ni científicos ni macheteros ni profesionales. Entonces surge la pregunta: ¿cómo piensa el Estado conocer quién debe y quién no debe ser subsidiado?
El subsidio en una sociedad que le apueste al progreso y bienestar común y que cuente con el aporte de todos es sencillamente incuestionable.
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