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Por Esteban Fernández-Roig jr. ()
Miami.- Fidel Castro nunca me decepcionó porque nunca creí en él. La “revolución” nunca me engañó porque nunca me integré a ella.
Y si bien jamás fui “fidelista” desde niño fui un fanático “Bohemista”. Era, sin lugar a dudas, una de las mejores revistas de América…
Confieso que si el amigo de mi padre Henio del Castillo se demoraba en traérnosla corría a la vidriera del maestro Juan M. Ayalita a recogerla.
Me bebía todos sus escritos, leía hasta sus anuncios y disfrutaba del “Pollo de la Semana”…
Y, por lo tanto, me sentí absolutamente defraudado con la genuflexión que asumió Miguel Angel Quevedo y su traicionera revista ante la recién estrenada tiranía.
Al reproducir la engañosa entrevista de Herbert Matthew – del New York Times- a Fidel Castro en la Sierra cometió un costoso error que todavía estamos sufriendo.
Mientras tanto, detesté la pujonada de invariablemente poner la página 26 roja y negra… Una payasada de trágicas consecuencias.
Desgraciadamente, con anticipación el 4 de julio de 1943 ya había aparecido la sección “En Cuba” de Enrique de la Osa, quien vino carcomiendo los cimientos de la ingenua, inconforme y quejosa población.
Pero, mis amigos, de 1959 en lo adelante la posición guatacona, plumífera (como su director), cómplice, asquerosa de la revista rompió todo récord de sumisión y complicidad.
Y la tapa al pomo la pone con la creación de la mayor mentira jamás dicha (ni antes ni después ) en Cuba: Los 20 mil muertos de Batista.
Compararon al granuja, apestoso, sediento de sangre dictador con José Martí y cometieron el sacrilegio de equipararlo con Jesucristo.
Aplaudieron el paredón, las incautaciones, publicaron detestables poesías del Indio Naborí…
Como la “revolución devora a sus hijos“ la revista fue intervenida y Miguel Ángel Quevedo, con el rabo entre las piernas, abandonó la Isla.
Se suicidó muy decepcionado, aunque hasta el gato comenta que la apócrifa carta de arrepentimiento fue redactada y publicada por el poeta Ernesto Montaner, padre de Carlos Alberto.
Que lo perdone Dios por su colaboración a la destrucción de Cuba, yo no, si yo no perdono ni a un milicianito haciendo un inventario ¿cómo lo voy a perdonar a él?