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Por Carlos Cabrera Pérez

La lengua de chucho de Mariela Castro Espín provocó un encontronazo absurdo con la comunidad hebrea, negando, en la Mesa Redonda, la existencia del pueblo judío; cuando menos le conviene a la dictadura fundada por su padre y tío Fidel, abrir frentes, por su crecientes aislamiento y agonía económica.

Entre otras boberías solemnes, Mariela soltó que los judíos se victimizan para justificar sus agresiones a otros pueblos. ¡Bingo! Su razonamiento podría hacer pensar a muchos que la dictadura castrista lleva años victimizándose ante Estados Unidos de América para justificar su represión y su criminalidad económica contra millones de cubanos.

Una pena que desprecie cuanto ignora, pues no todos los judíos son sionistas ni comparten los postulados de Tel Aviv y olvida -porque no lo sabe- que la mayoría de los dirigentes israelíes en los años 50 del siglo XX no eran judíos practicantes y que la URSS apoyó el ingreso del nuevo estado en Naciones Unidas por la procedencia asquenazí y socialista de muchos de ellos.

Como también ignora que las relaciones cubano-israelíes fueron buenas hasta que su tío tuvo que romper con Tel Aviv por chantaje de un grupo de países árabes para apoyarle como presidente de los No Alineados, uno de sus sueños geopolíticos más caros.

Israel es el único estado democrático de una región de monarquías y castas familiares con intereses políticos, económicos y religiosos entrecruzados, circunstancia que aconseja siempre la prudencia y evitar la tentación de hablar más de la cuenta.

Los egos mal tratados, el desconocimiento histórico y la inexperiencia política suelen generar más problemas que ventajas y, en este caso, fue una clara imprudencia porque su juicio fue ajeno al tema del programa, que se montó para alabar su labor al frente del CENESEX y las congas de reivindicación homosexual que se celebran anualmente en Cuba, como parte de la mojigatería woke.

Los diputados -especialmente en dictaduras monárquicas y siendo miembros de la guara reinante- deben ser cuidadosos a la hora de emitir criterios sobre cuestiones internacionales, de las que Mariela es una supina ignorante, como demostró en su desastrosa rectificación a Randy Alonso, que tragó con su sonrisa de plastilina. Ni siquiera en un tema caro para Cuba, el periodista puede atajar la sinrazón de una de los elegidos.

Años ha, Cuba tuvo uno de los mejores equipos de especialistas en Medio Oriente, ya en su mayoría jubilados o fallecidos, y no es de extrañar que los aún vivos habrán abiertos sus ojos desmesuradamente, cuando vieron u oyeron a la Castro Espín despacharse contra los judíos, con un argumento pueril y sacado de la cultura de metralleta en la que se crio.

Acostumbrada a mandar, a decir y hacer, aprovechando su malcriadez militante, Mariela Castro Espín ha revuelto aguas que no deben tocarse, especialmente en momentos de confrontación con la administración Trump, de repulsa mundial por actos como impedir que un preso político se despida de su madre viva, y de agonía económica, fruto de los sucesivos experimentos del comunismo de compadres, donde ella milita con vanidad pueril.

La primera consecuencia de su mala lengua fue un duro comunicado de la comunidad hebrea de Cuba que respondió al insulto con frases como esta: «Esta vez ha ido demasiado lejos. Es evidente que el grado de impunidad con el que se expresó, reflejando un claro sentimiento antisemita y un odio desmedido, no solo demuestra un profundo desprecio hacia los judíos cubanos y del mundo entero, sino que además incita al odio dentro de la población cubana».

Y esta vez, Randy Alonso tenía razón, los expertos en judaísmo reconocen la validez de la expresión pueblo judío y sustentan su apreciación en que se puede ser judío por razones étnicas y/o religiosas.

Zapatera a tus zapatos, que sin son italianos, mejor aún que los del MINCIN, pero no te pongas solemnes, que afloran tus carencias de niña bitonga y recuerda la mala suerte de tu hermano Alejandro, que se puso a inventar y acabó en fase Yugulí. Con la suerte que has tenido y te pones a hablar mierda en el programa más importante para el castrismo y sus seguidores.

Ya conocíamos la pasión palestina de Aleida Guevara March, deseosa de empuñar las armas en Gaza, pero que tú, princesa del establishment imperante, te pongas farruquita; además de poco creíble, puede dañar los delicados equilibrios de Cuba desde que se cayó el Muro de Berlín, incluso desde aquel otoño de 1979, cuando Andropov le dijo a tu papá que se acababa el pan de piquitos y el petróleo barato como alquiler del portaaviones frente a la costa este de Estados Unidos de América.


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