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Por Anette Espinosa ()
La Habana.- Si todas las madres cubanas fueran como Marta Perdomo, hace rato el castrismo fuera historia. La madre de Jorge y Nadir Martín Perdomo no pierde oportunidad de cantarle las cuarenta al régimen.
Ella sabe que las banderas que levanta no son de mentiritas. Y sabe también que sus hijos corren peligro de muerte. Porque conoce cómo se vive en las mazmorras castristas y quiere a sus vástagos con ella, porque, sobre todo, sabe que son inocentes de las causas por las cuales los condenaron.
Con su defensa, la madre de los hermanos Perdomo pelea por todos, incluso por mí, aunque mis hijos sean apenas unos niños de cinco y siete años. Ella es un adalid de la libertad, la Mariana de estos tiempos y deberíamos apoyarla más.
Hace unas horas dejó un post en su muro de Facebook con el siguiente mensaje: «Como siempre cuando llego de cada visita, empiezo a recordar las cosas que escucho de mis hijos. En este caso hoy fue la visita de Jorgito, desde la visita pasada, cuando lo veo llegar con un saco grande y pesado me extrañó mucho».
«Niño, ¿y eso qué cosa es? ¿Cuántas cosas tú has sacado? Y la respuesta: «Ahora te explico, mamá!, cuenta.
Y luego dice que a su hijo le quitaron los libros. A los presos políticos la dictadura los quiere volver locos. No solo los hace pasar privaciones, sufrir del cuerpo, porque la atención sanitaria es pésima, sino que quieren envenenarles el alma. Y aún hay algunos por ahí que defienden al sistema, que se llenan la boca de cualquier cosa para lanzar loas al régimen criminal.
A estos chicos, dos jóvenes buenos, sanos, alegres, familiares, buenos amigos y mejores personas, los encarcelaron para dar un ejemplo. Y los han convertido, a ellos y a su madre, en símbolos. Y esos símbolos me gustan. Lo que representan los tres va conmigo, con mis ideales de mujer, de hija y de madre.
Estos no pusieron bombas, ni mataron a nadie. Estos no fueron por ahí mintiendo, encarcelando, persiguiendo, denunciando a amigos y no amigos.
Tienen que ser buenos los hermanos Martín Perdomo, porque tienen una madre valiente, y se criaron en un hogar de justicia y de dignidad. Si Martí la hubiera conocido, tal vez se le hubiera ocurrido alguna de sus frases geniales, como aquella que dejó sobre Mariana Grajales: «Maceo es feliz porque vino de león y de leona».
Marta Perdomo es una leona, y solo quiero que la vida me dé la oportunidad de conocerla un día. De conocerla y abrazarla. Y de decirle que su lucha no fue en vano, porque nada podrá impedir que sus hijos vuelvan a ser libre, como libre será también el pueblo de Cuba. Libre para siempre.
¡No te calles, Marta! Ni te calles ni saques bandera blanca. Cada día son más los cubanos que te apoyan, más las personas de bien que se solidarizan contigo, y cada día esos que gobiernan donde vives se sienten más solos, más apartados, más vulnerables y más ruines.
Sigue con tus protestas. Llévalas allí, a esos reductos donde se esconden para mandar a reprimir y encarcelar. Yo y mucho otros cubanos te admiramos.