
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Annette LF ()
Estoy nuevamente enternecida: acabo de ver a la presidenta de ETECSA, Tania Velázquez Rodríguez, explicando las nuevas medidas y creo que es oficial: hemos alcanzado un nuevo récord mundial en manipulación argumentativa con tono maternal.
Lo de ella no fue una comparecencia, fue un arte marcial. Le hizo una llave judo-retórica a la lógica, dejó inconsciente a la realidad y luego la paseó por el set como prueba de su buena gestión.
Primero vino el clásico: “La medida busca organizar el consumo.”Una afirmación tan noble como falsa. Porque, claro, limitar a los usuarios a 360 CUP de recarga mensual no tiene absolutamente nada que ver con exclusión económica, ni con forzarlos a depender de remesas digitales. No, es organización. Es zen. Es Marie Kondo reencarnada en telecomunicaciones: si no puedes pagarlo en USD, no te conectas a la alegría.
Luego vino la joya: “Hay un mercado fuera de Cuba que quiere mantener el contacto con sus familiares.”
Y ETECSA, con su infinito altruismo, ha decidido facilitar ese puente de amor… eliminando las opciones para los que no tienen familia afuera. Porque no hay nada más solidario que depender de tu exnovio en Madrid para saber si se cayó la red. Ahora el acceso a datos se mide en cariño internacional. Es un sistema de telecomunicaciones basado en afecto geopolítico. El que no tenga a nadie que lo recargue desde afuera, que haga introspección. O espiritismo.
Después, la perla argumentativa del milenio: “Esto permitirá sostener la red.” La red que (según ella misma) colapsaría si todos usaran CUP, pero que puede sostenerse perfectamente si se paga en USD. Porque los megabytes tienen ideología monetaria. No es que falte infraestructura, es que los gigas en CUP pesan más. Son más densos. Cansan a los servidores. Son pobres y eso se nota en el voltaje.
Sí, porque no tiene otra explicación: quienes pueden enviar divisas, ya lo hacen. Y quienes no pueden, no van a inventarlas solo porque ahora los obligues a prescindir del CUP. Es decir, la medida no genera nuevos ingresos en USD; solo castiga al que no tiene acceso a ellos. Lo que de verdad hace esta medida es reducir el consumo global, incluso la posible recaudación total. Porque cuando haces que miles de personas se desconecten por falta de acceso a divisas, el resultado no es eficiencia: es amputación….
Es como justificar que te corten los brazos para que no te mueras de frío. Sí, claro, te dejan de temblar las manos… Pero te mueres peor: por hipotermia, por dolor, y por la certeza de que el carnicero tiene Wi-Fi estable en su oficina.
Y para cerrar, la afirmación jurídica: “Las tarifas en CUP se mantienen y están amparadas por resoluciones.” Una afirmación que podría impresionar a alguien que no haya leído el contrato. Porque el contrato dice claramente que las modificaciones deben informarse con 30 días de antelación.
¿Avisaron? No. ¿Lo cambiaron igual? Sí. ¿Lo justificaron? Con una sonrisa.
Y por si alguien pensaba que podía sobrevivir con megas nacionales, vino el acto final: “No estamos limitando el acceso. Solo establecemos nuevas condiciones.”
Es como si te dijeran que no te quitaron el agua, pero que ahora solo puedes beber si alguien en otro país te la bombea por videollamada.
En resumen, lo que está ocurriendo no es un ajuste técnico. Es una forma estructurada de desplazamiento social. Una desconexión planificada, selectiva, y a la cara. Porque el mensaje es claro: “Si no tienes a alguien afuera que te quiera, te desconectas. Pero no es culpa nuestra. Es culpa tuya, por no tener relaciones públicas en moneda fuerte.”
Lo que me inquieta no es la falta de divisas. Lo entiendo. El país está quebrado. La red está vieja. Las torres necesitan mantenimiento. Lo que reta toda lógica es que hayan optado por la solución más excluyente, más torpe y más socialmente regresiva posible. Porque sabemos que existían otras opciones. Y ellos también las sabían.