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LA LEY NO EXISTE PARA LIMITAR EL PODER

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Joel Fonte
La Habana.- Uno de los aliados fundamentales del régimen cubano es la mala memoria del pueblo, que se alimenta no de aquello que le permite ver, sino de lo que lo ciega, inducido por la propaganda y la manipulación sistemáticas.
Por eso, tal vez muchos hayan olvidado la tarde del 11 de julio del 2021 cuando un Díaz- Canel, asustado y sudoroso, se agitaba frente a las cámaras de la televisión de «ellos», no solo para azuzar al odio entre cubanos a fin de garantizar la continuidad del status de la cúpula que tiene el encargo de proteger, sino para avivar el fantasma de esas eternas mentiras que nos dicen a diario.
Una de tales falacias -que no inventó él, porque fueron gritadas millones de veces antes por los hermanos Castro- fue que en Cuba no hay una dictadura.
«¿Qué dictadura es esta, cuando la revolución lucha por vencer al bloqueo?», repitió muchas veces. Sabía que mentía con desenfado.
Dictadura -no hay que estudiar en una facultad de derecho para saberlo- es la forma de gobierno que concentra todo el Poder en una sola persona, o grupo afín ideológicamente, siendo ese Poder ejercido de modo absoluto, incluso cuando se construye un esquema de aparente legalidad -con la creación de instituciones que tienen un papel formal- para legitimarse, sin que ello desnaturalice su carácter violento, reaccionario y déspota.
Las dictaduras -y en consecuencia los dictadores- no entienden el derecho y la sociedad sino como la concepción e imposición de un sistema de normas jurídicas -es lo que está pasando ahora mismo en Cuba- que se ponen al servicio del autócrata para dar cumplimiento a sus fines de perpetuar su Poder pisoteando los intereses y anhelos de las mayorías.
Esa Ley que impone no establece límites ni barreras al ejercicio de su autoridad, sino que le franquea todas las puertas a su autoritarismo.
La manifestación más representativa del estado de derecho por cuanto permite levantar barreras eficaces al surgimiento de dictaduras es la institución de poderes independientes para el funcionamiento del Estado.
En el hemisferio occidental, en los estados democráticos, los más extendidos son los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. No importa si es un sistema parlamentario, presidencialista; si uno de esos poderes persigue violentar la Ley, los otros estarán ahí como contrapeso para impedírselo. Esa realidad la vemos a diario en la misma región latinoamericana, en Europa, en Estados Unidos.
Pero, ¿cómo hablar con tanto cinismo de «democracia socialista», de respeto a los derechos humanos, cuando en Cuba la dictadura está consagrada como una fuerza que está por encima de la propia Ley, como los voceros del castrismo se jactan en afirmar?
Bastaría un solo ejemplo: con fundamento en esa constitución funesta que impuso Castro en el año 2019, no tiene él más autoridad en Cuba que la de un simple diputado a lo que ellos llaman «parlamento». Entonces, ¿qué hace ese señor de dueño y amo del Poder, aleccionando a los que en teoría ocupan los principales cargos públicos del Estado?
No es esa la imagen de un hombre que está por sobre la propia Ley.
La filosofía política de la dictadura cubana es el cinismo, la mentira más abyecta, el desprecio hacia los ciudadanos a quienes vapulea sus derechos mientras dice gobernarlos.
Y, quienes de modo cómplice juegan a ser ingenuos y no ver esa realidad, teniendo la capacidad para hacerlo, mientras le dan apoyo al tirano, no tienen más excusa que ser unos criminales.
Porque quien ve un delito y vuelve el rostro, lo alienta.

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