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Por Díaz Lechuga ()
El gobierno de la isla le ha enseñado a sus jóvenes la manera en la que hay que comportarse. Está permitido irse y mandarle dinero a la familia que se queda. Está permitido ser egoísta y velar sólo por tu propio negocio.
Algunos se han podido enriquecer como el de la lista de Schindler. Puedes mirar para el otro lado o pasarle por arriba, pisar al que tienes al lado. Puedes burlarte del pueblo y gozar tus privilegios.
La enseñanza está garantizada. Es importante tener pocos valores, no pensar ni en izquierda ni derecha, fluir y ser capaz de ser repartero adentro y fuera de la isla.
Ir siempre detrás del billete. No preocuparte por si la ciudad se viene abajo. El país no importa, sólo tu pedacito.
En el país que han fundado, queda fuera la honestidad, el compromiso y el deseo porque el colectivo sobreviva. Eso se castiga y duro.
Miami y La Habana están más unidos que nunca, las líneas borradas.
Los que lucharon y luchan por una mejor Cuba, tras las rejas o marginados por el poder de la isla. Los zorros, mascaritas y fluidores haciendo plata y triunfando, allá, acá. Todo lo malo está permitido.
El que está ordeñando a la vaca hasta que muera se pone bravo si lo desenmascaras. Si gritas, hablas o incluso susurras entonces el fula es uno, el odiador, el que no está bien.
Que buen momento para el carnaval de máscaras… el país más triste del mundo, su propia gente, su propio gobierno es el que lo invade.