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La huelga de hambre que Cuba no puede ignorar

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Por Eduardo Díaz-Delgado ()

Madrid.- La indiferencia no es una opción. Quizá piense: «otro más pidiendo ayuda», pero si de verdad desea que la situación mejore —y no lo hará por sí sola, solo se logra entre muchos— tiene que mover un dedo. Si quiere que otros sigan implicándose, actúe ahora. Se lo pido, casi como un favor personal: ayude a visibilizar este caso.

Ese joven ha convertido su vida en un símbolo para demostrar que la vida de los cubanos no vale nada para el gobierno. Es cubano, de dentro. Podría ser su vecino, su primo, su amigo. Ha declarado que no cederá, aunque le cueste la vida, si no se hace justicia. Justicia, esa palabra que debería ser común, es lo que necesitamos para que el país que usted sufre sea gobernado con decencia.

Si es de los que está un poco mejor, recuerde: cuando se queman las barbas del vecino, las suyas no están a salvo. Una sociedad injusta es una ruleta rusa que siempre termina apuntando a la cara de alguien que no lo espera. Mire a los presos políticos como si fueran sus compañeros de celda, porque vive en una dictadura. Puede que hoy esté lejos de sus cercas —de sus límites—, pero donde no hay libertad tampoco hay certeza de hasta dónde llegan esos límites ni cómo se mueven. Y últimamente, hasta los poderosos caen… ¿y usted cree que a él no le puede tocar?

Vele por los que velan por usted sin conocerle. Porque cuando la gente baje los brazos, un día le va a doler. No quiero que este sea el «se lo dije» que ignoró hasta que fue demasiado tarde.

Ayude a que el caso de Yosvany Rosell sea de lo que más se hable hoy. Comparta. Envíelo. Muévalo. Yo no cobro por esto. No gano nada más allá de dormir con la conciencia tranquila. Piense que usted también puede ayudar a lograr algo que nos permita dormir en paz a todos. La apatía es el pecado que está pagando el país entero, y nos está costando años de vida bajo un gobierno penoso.

Haga algo. Pero hágalo ya.

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