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La historia detrás de la foto (LIX)

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Por Redacción Nacional

Santiago de Cuba.- La foto de este trabajo la facilitó desde su redes el influencer Yosmany Mayeta. Como ven, en el reparto santiaguero de nombre el Sala’o, los tanques hacen cola como si fueran personas. Vacíos, descoloridos, cansados de esperar. No hay niños corriendo por los pasillos, no hay risas en los balcones: lo que hay son plásticos alineados en la acera, rogando por una pipa que quizás llegue mañana, o la semana próxima, o nunca. El agua, ese derecho elemental, en Santiago se convirtió en un privilegio de turno y paciencia.

Las fachadas de los edificios cuentan la misma historia: paredes sin pintura, ventanas oxidadas y un silencio que pesa más que el sol del mediodía. Los vecinos ya no hablan de fiestas, ni de pelota, ni de esperanza. Hablan de litros, de cubos, de turnos en la cola de tanques. Una aritmética cruel: ¿cuántos litros me tocan? ¿me alcanzará para bañarme, para cocinar, para fregar? La vida reducida a un cálculo de gotas.

Lo más triste es que en este país hasta el agua llega con libreta de espera. Se reparte como si fuera azúcar o café de la bodega. Un camión cisterna se vuelve la visita más esperada del mes, más que un pariente de lejos. Cuando aparece, se desata el alboroto: los tanques se enderezan, los vecinos corren, y la esperanza se mide en segundos antes de que la llave se cierre y el camión arranque.

En medio de ese paisaje, uno entiende que la palabra “normalidad” perdió sentido en Santiago. No es normal que familias enteras vivan pendientes de una pipa, que los niños crezcan sabiendo que el agua no se abre con una llave sino con una cola en la calle. No es normal que los edificios se caigan a pedazos y que lo único que se mantenga en pie sea la resignación.

Santiago, tierra caliente y rebelde, hoy hierve de otra forma: hierve de cansancio. El reparto Salao parece un museo del abandono, un lugar donde hasta los tanques son testigos del abuso. Algún día, cuando el agua corra de nuevo sin miedo, alguien mirará esta foto y pensará que fue un chiste cruel. Pero no, fue la vida misma.

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