LA HABANA-MOSCÚ, UN REMAKE DE LA HISTORIA
Por Jorge Sotero
La Habana.- Ronald Reagan asumió como presidente de Estados Unidos el martes 20 de enero de 1981 y su llegada al poder provocó retortijones estomacales y escalofríos en la cúpula castrocomunista, que enseguida vio con malos ojos al nuevo inquilino de la Casa Blanca, e imaginó que en cualquier momento podía ocurrir una invasión.
Casi dos años después, el 10 de noviembre de 1982, falleció en Moscú, a los 76 años de edad, Leonid Brézhnev y su puesto lo ocupó, dos días después, Yuri Vladimirovich Andrópov. Entonces, los hermanos Castro no perdieron ni un minuto en ir a recordarle al dirigente de la metrópoli que la isla podía ser atacada en cualquier momento y que necesitaban algún pronunciamiento, incluso acciones, que disuadiera a Washington de una aventura contra ellos.
Fidel Castro había estado en los funerales de Brézhnev. El líder de la isla satélite no podía faltar a las exequias del que había sido su jefe y tuvo tiempo de tratar algunos temas con Andrópov, aunque, al parecer, todo fue muy rápido y ambas partes quedaron en tratarlos con más profundidad en el futuro. Por esa razón, el mayor de los hermanos Castro mandó a Moscú, un mes y medio después, a su hermano Raúl, quien fue recibido por la cúpula del ministerio de Defensa soviético, encabezada por el mariscal Dimitri Ustinov, quien estaba convaleciente aún de una intervención quirúrgica reciente.
Raúl Castro, en presencia de Ustinov, se reunió con Andrópov y, siempre haciendo énfasis en que hablaba en nombre del “compañero Fidel”. Sin dejar de explicar que pertenecían a la misma familia, quiso arrancarle al entonces secretario general del PCUS una promesa de alineamiento a su lado en caso de que Estados Unidos decidiera invadir la isla. Andrópov le dejó claro que era imposible para los rusos combatir al lado de los cubanos, sobre todo porque la distancia lo hacía imposible y representaría un gasto enorme en materia logística, que la URSS no podía asumir.
Ladino al fin, Castro le dio la vuelta al dirigente soviético y le sacó alguna promesa, entre ellas que Moscú haría pronunciamientos públicos de apoyo total a Cuba, que cumpliría con los envíos de armamento previstos, entre ellos alguno pesado y aviones, y que enviaría a Cuba buques de la armada soviética cada cierto tiempo para que Washington no pensara que la isla estaba abandonada por sus protectores.
Raúl Castro hizo hincapié también en lo importante que sería que personalidades del gobierno soviético se aparecieran en La Habana cada cierto tiempo, entre ellos Ustinov, además de otros grandes jefes militares, a lo cual accedió Andrópov, según una conversación que se ha hecho pública en los últimos días y a la cual tuvo acceso El Vigía de Cuba (Y cuyo link dejamos acá).
https://cubasiglo21.com/conversacion-entre-raul-castro-y-yuri-andropov/?fbclid=IwAR2m7nvP1se7pK7W4GXnZIx2f0cd9B3baWHx6TWmyWwNRVFokCaqUbOM6C0
Se pueden establecer paralelismos entre aquella situación y la actual, aunque los protagonistas principales hayan pasado a mejor vida desde hace mucho tiempo, porque Andrópov murió el 9 de febrero de 1984, Reagan el 5 de junio de 2004, y Fidel Castro el 25 de noviembre de 2016.
Ahora, la amenaza al gobierno cubano no viene del inquilino de la Casa Blanca, el octogenario Joe Biden, ni la presencia de un submarino nuclear en la Bahía de Guantánamo representa amenaza alguna. En estos tiempos, el gran problema de Cuba es el descontento de la población con sus dirigentes, entre los cuales está aún, aunque en la sombra, Raúl Castro.
Un conato de sublevación general fue sofocado por la fuerza el 11 de julio de 2021, tras lo cual el régimen mandó más de mil jóvenes y adolescentes a las prisiones, para demostrar que aún puede determinar sobre el destino de las personas, pero algo se rompió en aquella jornada, y la cúpula dirigente volvió a sentir los retortijones en el estómago y los escalofríos propios del que augura unas diarreas.
En esa situación, para demostrar que no están solos, aceleraron un relanzamiento de las relaciones con Rusia y Vladímir Putin, herederos de aquellos dirigentes con los cuales se reunió Raúl Castro el 29 de diciembre de 1982. Y cómo Putin está enrolado en la guerra con Ucrania y no tiene el poder absoluto sobre las empresas, los fondos y el armamento que tenían los jefes soviéticos, al menos le arrancaron algunas promesas.
El líder ruso enviaría a La Habana a varios de sus hombres de confianza, personas muy cercanas al hombre fuerte de Moscú, entre ellos el canciller Serguéy Lavrov, el secretario del Consejo de Seguridad, Nikolay Patrushev, dirigentes de la Cámara, militares, y, de vez en cuando, algún barco.
Hasta la fecha todo se ha cumplido. Y, a cambio, La Habana se alineó al lado de Moscú en contra de la cruzada mundial contra Putin por lo de la guerra en Ucrania.
El castrismo espera más, pero parece imposible que los empresarios rusos, conociendo bien cómo funcionan las cosas en la isla caribeña, vayan a hacer inversiones para producir carnes, huevos, granos, incluso para refinar petróleo. De hecho, Putin le dijo a Díaz Canel, durante su última visita a Moscú, que le daría un crédito por poco más de 100 millones de dólares, porque las arcas del estado ruso estaban deprimidas por la guerra en Ucrania.
Ese monto estaría dedicado a comprar petróleo y trigo, porque el mandamás ruso también le aclaró que no tiene influencia sobre los dueños de las empresas de granos y carburantes como para decirles que manden a La Habana cargamentos que no se hayan pagado antes.
La historia se repite, aunque no en similares condiciones. Porque aquella URSS no es la Rusia de hoy, ni Cuba es la de entonces, donde mucha gente aún creía y apoyaba al castrismo, en tanto ahora la inmensa mayoría lo detesta y está ansiosa porque se acabe de caer el régimen.