Enter your email address below and subscribe to our newsletter

La fría ecuación de Cooperstown

Comparte esta noticia

Por Robert Prat ()

Miami.- Las matemáticas, a veces, son la peor pesadilla de un deportista. En Cooperstown, se convierten en un muro infranqueable. Fernando Valenzuela y Carlos Delgado han chocado contra él. El Comité de la Era Contemporánea solo ha abierto la puerta a Jeff Kent. Con el 87.5% de los votos, el segunda base alcanzó el Olimpo. Delgado se quedó a un suspiro, a apenas tres votos de la gloria. Valenzuela, en cambio, recibió un golpe frío: menos del cinco por ciento. Una cifra que lo aleja, quizás para siempre, del bronce.

El eco de la Fernandomanía

La frialdad de los números contrasta con el huracán de emoción que fue Valenzuela en 1981. La ‘Fernandomanía’ no fue un simple éxito deportivo. Fue un fenómeno social, un terremoto cultural que movilizó a toda una comunidad. Llenó estadios, ganó el Cy Young y el Novato del Año en un mismo año. Un hecho único. Su legado no es solo estadística; es la memoria viva de un pueblo viéndose reflejado en la cumbre. Pero Cooperstown, a menudo, es sordo a los ecos.

El bateador silencioso y completo

Carlos Delgado, por su parte, es el gigante callado. Sus números gritan por él: 473 jonrones, promedio de .280, un OPS superior al de leyendas como Eddie Murray. Fue uno de los bateadores más letales y completos de su era. Un destructor de pelotas que, sin embargo, jugó lejos de los focos mediáticos de Nueva York o Boston. Su candidatura es un puro ejercicio de méritos sobre el diamante. Y aun así, ha rozado la entrada por los pelos. La justicia beisbolera, a veces, tarda.

La sombra alargada de la sospecha

El espectro de los esteroides planeó, una vez más, sobre la votación. Barry Bonds y Roger Clemens, dos de los talentos más descomunales de la historia, siguen condenados al purgatorio. Sus cifras monstruosas (762 jonrones, 7 Cy Young) están empañadas. El comité, como los escritores antes, ha sido implacable. Su exclusión es un recordatorio: Cooperstown valora la gloria, pero también guarda, con celo, su idea de pureza. Una pureza esquiva y polémica.

Kent, el pragmático elegido

Jeff Kent entra, al fin. Su caso es el del valor acumulado, persistente. No fue el más brillante, pero sí el más productivo como segunda base ofensiva en la historia (351 jonrones). Un jugador sólido, rudo, efectivo. Su elección premia la consistencia por encima del destello fugaz. Es el triunfo del dossier extenso sobre el momento mágico. Una lógica que, aplicada a Valenzuela o Delgado, deja un regusto a pregunta sin responder.

El juicio final que nunca termina

Estas votaciones no cierran debates; los avivan. ¿Qué merece más peso: el impacto social explosivo de Valenzuela o la acumulación de números de Kent? ¿La excelencia prolongada de Delgado es menos valiosa que un récord de posición? Cooperstown sigue siendo un templo con criterios cambiantes, un juicio final que se reescribe cada tres años.

Valenzuela y Delgado se quedan fuera, pero sus historias —una de furia popular, otra de poder silencioso— seguirán interpelando a la historia. La puerta no se cierra; solo se hace, una vez más, exasperantemente estrecha.

Y mientras, dos colosos, como Bonds y Clemens, esperan. Demasiado puritanismo en un deporte que tiene encumbrados en Cooperstown a algunos que no fueron ejemplos de nada, entre ellos racistas, ninfómanos y hasta posibles criminales.

Deja un comentario