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Por Jorge Menéndez ()
Cabrils.- Una publicación oficial anuncia el «Día de Zimbabwe» en la Feria Internacional de La Habana, con la presencia de la viceministra de Relaciones Exteriores de esa nación africana. La primera pregunta surge de inmediato: ¿qué oportunidades comerciales concretas puede ofrecer Zimbabwe a Cuba?
El llamado «secreto revolucionario» alrededor de estos acuerdos parece esconder más retórica política que proyectos viables. Se mencionan empresas de transporte, pero cabe preguntarse: ¿con qué combustible operarán estos vehículos? La pregunta no es menor en un momento donde el déficit energético alcanza los 1800 MW y solo lugares privilegiados como la feria y hoteles mantienen suministro estable.
Mientras el ministro de Industria exige «inversiones responsables», muchos se preguntan si puede calificarse como responsable la política de control cambiario que aplica el gobierno.
Resulta particularmente ilustrativo el caso de una empresa argentina que promociona marcas de café para exportación. Considerando que Argentina no produce café, surge la duda: ¿vienen a enseñar su experiencia en el cultivo o simplemente confirman que hasta el más simbólico producto cubano debe pasar por intermediarios extranjeros?
Un representante de la Oficina para la Ciudad Inteligente disertó sobre movilidad y acceso a espacios culturales. La contradicción salta a la vista: ¿de qué movilidad se puede hablar cuando el transporte colapsa y los centros culturales permanecen a oscuras?
Todo este aparato ferial parece funcionar como una estafa legalizada. ¿Cómo puede un gobierno que recurrentemente aplica medidas confiscatorias contra los ahorros ciudadanos pretender atraer inversiones serias y a largo plazo? La estafa aparece institucionalizada, ejecutada sin el menor rubor.
El colmo del absurdo lo protagoniza una empresa biotecnológica que promociona exportaciones médicas mientras Cuba enfrenta desabastecimiento de medicamentos esenciales y un sistema de salud en crisis.
Increíble, pero cierto.