Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Por Anette Espinosa ()
La Habana.- El diario Granma despliega este sábado su habitual coreografía de palabras triunfales, describiendo una «recuperación indetenible» en el Tercer Frente de Santiago de Cuba. Nos pintan un cuadro idílico donde, tras el paso devastador del huracán Melissa, «la mayoría de los servicios» han sido restablecidos.
La noticia, sin embargo, no es la sexta visita presidencial, sino la persistente necesidad de una sexta visita. ¿Acaso no es la prueba más elocuente del fracaso? Un gobierno eficaz resuelve y supervisa, no necesita hacer turismo de la calamidad para simular control. Cada viaje de Díaz-Canel a una zona en crisis es la confesión de una administración que no previene, no protege y no responde con la celeridad que el sufrimiento humano demanda.
El reportaje se regodea en consignas y en la evocación del «Comandante Almeida», mientras el Presidente arenga sobre la unidad y la capacidad de sobreponerse. Es el guión de siempre: apelar al patrimonio revolucionario para encubrir la ineptitud presente.
Bertina, la lugareña citada, declara que «aquí no se rinde nadie». Habría que preguntarle a Bertina, y a los miles como ella, cuánta energía les queda para no rendirse después de décadas de promesas incumplidas y de ver cómo la «recuperación» es un proceso eterno que nunca culmina.
La retórica de la resistencia no construye techos, no llena despensas y no restaura vidas. Es el opio narrativo que ofrece el régimen en lugar de soluciones tangibles.
Se detallan, eso sí, cifras y porcentajes reconfortantes: 95% del territorio con electricidad, telefonía móvil al 93%. Pero detrás de ese frío porcentaje que el gobierno celebra, hay un 5% y un 7% de seres humanos condenados a la oscuridad y al aislamiento, sin contar los que viven los prolongados apagones diarios. Son miles de familias.
Y en el caso del agua, la propia nota oficial admite que «persisten afectaciones a unas 20 000 personas». Veinte mil almas para las que el «restablecimiento indetenible» es una frase vacía. Se habla de 137 000 viviendas afectadas y de la «prioritaria» conversión de contenedores en casas. He ahí la verdadera política habitacional: resignar a los ciudadanos a vivir en cajas metálicas, presentándolo como un logro de la ingeniería socialista.
El artículo dedica párrafos enteros a elogiar el trabajo en una Estación Experimental Agroforestal y a los avances en la certificación del café. Mientras la gente carece de lo elemental, la propaganda estatal nos invita a maravillarnos con tesis doctorales sobre el mejoramiento genético del grano.
Es la grotesca desconexión de una cúpula que prioriza los símbolos y los proyectos de imagen sobre las necesidades perentorias de la población. Intercambian sobre cooperación con Vietnam, mientras en Santiago los santiagueros hacen colas interminables por un alimento básico. ¿De qué sirve generalizar los resultados de una investigación científica si no se puede generalizar el acceso a un plato de comida?
La visita culmina en un complejo educativo, donde se anuncia con «notable emoción» una futura «ciudad escolar» y se arenga a los estudiantes con las figuras de Fidel y Panchito Gómez Toro. De nuevo, el futuro como promesa y el pasado como único sustento ideológico. Se moviliza a los jóvenes para «causas justas» como el estudio, en un país donde los más preparados tienen como principal proyecto de vida escapar de él.
Es el cinismo perfecto: usar las aulas, muchas veces derruidas, como escenario para un discurso sobre la grandeza de una Patria que no puede garantizar el tejado de la casa de sus alumnos.
Por tanto, lo que Granma calla es más importante que lo que vocifera. Omite la rabia contenida de quienes, un mes después, aún duermen a la intemperie. Omite el cálculo real de cuántas de esas 137 000 viviendas quedarán reparadas antes del próximo huracán. Omite la pregunta fundamental: ¿Cuántos millones de pesos en «daños cuantificados» se hubieran podido prevenir con una inversión oportuna en infraestructura, y no en ceremonias de autocomplacencia?
La visita no es un reporte de gestión, es un montaje propagandístico. Mientras Díaz-Canel posa para la foto entre consignas, Santiago de Cuba, la llamada «Ciudad Héroe», sigue heroicamente abandonada a su suerte, demostrando que para este gobierno, la recuperación siempre es un espectáculo para las cámaras, nunca un resultado para el pueblo.