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Por René Fidel González García ()
Santiago de Cuba.- La exclusión política no es una ideología, es un artefacto político que sirve a cualquier ideología. Sirve a clases, grupos e individuos que necesiten devaluar la noción de la igualdad política. Esto ocurre para excluir a los ciudadanos, degradar su cultura y prácticas de participación, y desactivar sus derechos y libertades.
En las sociedades donde la exclusión política se instaura como condición esencial del funcionamiento y consumación de un tipo de sistema político, ocurre una devaluación de la igualdad política. Esta devaluación se realiza mediante la disociación sistemática del otro político, sus ideas, sueños y aspiraciones, y la experiencia social e individual de su reconocimiento político.
La exclusión es, desde este punto de vista, un proceso perverso de socialización política. Lo que se socializa -y se ofrece como un consumo- para las mayorías, son valores, prácticas y experiencias de desconocimiento y des legitimación política del otro.
El odio es, en efecto, el producto de consumo político más antiguo, versátil y exitoso. Sin embargo, precisa de inventar al otro como lo ajeno, distinto, peligroso y despreciable.
Sólo así es posible degradar la cultura y las prácticas previas de igualdad política. Estas son históricas y constituyen un antiguo e importante acumulado de luchas contra la opresión. Al mismo tiempo, representan un dinámico tráfico cultural civilizatorio de lo que puede ser una vida política organizada, funcional y coherente. Esta vida está en armonía con la autodeterminación, la autorrealización y la plenitud de los individuos en el espacio público.
Por esta razón, la inducción a la amnesia social de la noción de la igualdad es un recurso político importante. Es incluso más esencial para la exclusión y al sistema político que se estructura sobre ella, que la propia invención del otro político enemigo.
Si el otro político enemigo es un atajo para lograr deshumanizar a los adversarios políticos y, en general, a los ciudadanos excluidos, entonces tanto la inducción al olvido como el olvido mismo de la igualdad política son procesos constantes. Estos son necesarios para lograr la exclusión, ya que pretenden anular la comprensión por los individuos de la igualdad política como un derecho esencial. Sin este derecho, ningún otro derecho político, social o económico puede funcionar.
En cualquier caso, la exclusión política no sólo es irracional. También implica, a menudo, un acto de suspensión consciente de la racionalidad para los individuos, ante la exclusión de personas conocidas, amigos e incluso familiares.
En tales casos, convertir al otro en un enemigo político es, al igual que su deshumanización, mucho más difícil personalmente. Supone un grado mayor de complejidad para los individuos. Esto ocurre porque se produce un choque entre el conocimiento y evaluación personal de los excluidos. También debido a las circunstancias y actos que resultaron en su exclusión, sus propias creencias y las expectativas de comportamiento que otros tienen sobre ellos.
Todas las formas de exclusión existentes son políticas. Pero no existe algo que pueda ser considerado con seriedad como resiliencia a la exclusión.
La instauración de la exclusión política como recurso y condición de un sistema político, y su irrupción como evento catastrófico en los proyectos de vida, no puede ser manejada nunca como una adaptación positiva.
Por un lado, es una fuente de amenaza y peligro para los individuos y su entorno social y familiar. Tiene la triple condición de ser jurídicamente establecida, imprevisible y aleatoria. Por otro lado, porque se opone y es contradictoria a los valores socialmente ostensibles y deseables.
Si la exclusión es un productor inevitable del trauma político global cuando se instala como sistema político, resulta ser reprobable y antiético fuera de sus lógicas de funcionamiento.
Esto es algo de lo que incluso sus promotores son conscientes. Por eso, la ausencia de la igualdad política de los ciudadanos como condición para su exclusión y discriminación se encubre de diversas formas. Esto se logra a través del control y la hegemonía del silencio y del discurso político.
Interpelo a una pregunta que he leído en una reflexión: ¿qué estamos haciendo o tolerando, qué está ocurriendo hoy, qué será imperdonable en el futuro?