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LA ELECCIÓN DEL PAPA Y EL MÉTODO CUBANO

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Por Jorge Sotero ()

La Habana.- ¡Qué loco está el mundo! Millones de personas preocupados por el próximo papa. Que si un austriaco, un mexicano, un estadounidense, uno de Guinea y un italiano como candidatos, con lo fácil que resulta elegir a una persona para dirigir algo.

No entiendo esas locuras del mundo, de la inmensa mayoría de los países, que se gastan millones de dólares para una votación, invitan observadores, hacen unas campañas tremendas, con miles de anuncios en los medios, y mítines por doquier.

Tanto gasto por gusto. Si en Venezuela, Maduro se proclamó presidente porque le salió de sus partes. Se autoproclamó a pesar de perder. Y nadie tuvo cojones para sacarlo, porque, a pesar de la cara de estúpido, de su lenguaje incoherente, se ha acomodado al poder y no lo quiere soltar. Y tampoco es tan tonto: tiene pagada -bien pagada- a la cúpula militar. O por lo menos a una parte, y a la otra infiltrada hasta las pelotas.

Mientras… en la Capilla Sixtina

Y allá en plena capital romana, en la famosa Capilla Sixtina, se reunirán cardenales de todo el mundo para elegir al anciano que regirá los destinos del mundo por unos 10 años, si acaso. O tal vez un poco más.

Esos ancianos medio nobles y medio gruñones, pero cultos y muy limpios, se reunirán en aquel lugar y cada día votarán, de manera secreta, sin campañas ni supuestas manipulaciones, por uno de ellos. Y así será hasta que terminen por elegir al sustituto de Francisco.

Suena lindo. Pero parece una tontería. ¿Por qué tanto rollo para elegir a un hombre, por muy poderoso que sea? No hay que llegar tan lejos con eso de la democracia y la limpieza: pueden hacer como en Cuba, donde escogen a dedos al encargado de presidir. Y no andan mirando coeficiente de inteligencia, carisma, influencia, ni la cabeza de un guanajo.

Raúl Castro estaba cansado de vivir a la sombra larguísima de su hermano. Y cuando aquel se enfermó y se vio cerca de la muerte, hizo dejación de todos sus poderes en el hermano. Era el peor momento, pero Fidel Castro, el mayor, estaba vivo y Raúl pensó que era su momento para entrar en la historia. Y se regaló el poder por unos 10 años. No fue un gran regalo, pero una década es algo.

Dos mandatos de cinco años, dijo. Y luego hizo como que se retiró, que se alejó de la política, como hacen otros presidentes por ahí, entre ellos José Mujica, quien se fue a su pequeño rancho a sembrar calabazas y a cuidar unas gallinas y unos pavos.

El heredero político de Raúl Castro

Raúl Castro solo se ocultó. Puso en su lugar a uno de esos pusilánimes en los que confiaba ciegamente, cambió al ministro de las Fuerzas Armadas, por si acaso, provocó la muerte de un puñado de otros militares, y se fue a exprimir los últimos años de su vida, aunque sin soltar completamente el poder.

Mientras Raúl Castro marcha aceleradamente al cementerio, la familia se asegura el porvenir de las próximas generaciones de los Castro, cualquiera sabe hasta cuándo. Y mientras, incluso, se tomaron el tiempo de mantener a su peón cinco años más en el poder.

No tuvieron que hacer elecciones. Tampoco se encerraron en ningún lugar con recursos limitados para decidir. Sencillamente apuntaron al tipo y dijeron: «este sigue». Y siguió. Siguió no porque lo estuviera haciendo bien, sino porque se dieron cuenta de que la frustración del pueblo la descarga sobre él. Y eso es todo lo que hacía falta: una espalda que soporte para seguir ellos con la pillería.

El ejemplo cubano es una maravilla. No hay gasto alguno. No hay que robarse las boletas y autoproclamarse ganadores de la elección, como hizo el simpático de Nicolás Maduro. Es cuestión de fe de decir «este es el hombre». Y punto.

La Iglesia y sus métodos

Y en la iglesia, donde posiblemente haya más fe -me lo tengo que creer- que en cualquier otra parte, por qué no son capaces de decidir, que no elegir, al sustituto de Francisco.

Francisco se encontró en más de una ocasión con el difunto Hombre de la Piedra. También con Raúl Castro, y hasta con el Hombre de la Limonada, y no fue capaz de preguntar cómo hacían en Cuba eso de la sucesión. Lo hubiera dejado escrito y problema resuelto.

El problema es que no me sigue pasando por la cabeza eso de ver a más de un centenar de ancianitos vestidos con túnicas rojas, metidos en la Capilla Sixtina, prestos a elegir al sucesor de Francisco, que es como decir el de San Pedro. Hasta me imagino que si llevaran a aquel sitio a Machado Ventura y lo pusieran a dirigir la reunión, el cónclave se terminaría en 10 minutos.

¿Se imaginan que solo durara todo 10 minutos? Y luego… humo blanco por la chimenea, el grito de ‘Habemus Papa’, el hurra de la Plaza de San Pedro, la presentación del nuevo Sumo Pontífice, siempre con Machado Ventura al lado?

La Iglesia, marrones por el camino, ha sobrevivido unos dos milenios, a pesar de escándalos, crímenes, aberraciones, así que es mejor que no tomen como asesores a nadie que tenga que ver con el castrismo, porque en unas semanas se puede caer la Catedral de San Pedro, el Vaticano y la Capilla Sixtina se podría ver peor que el restaurante Moscú. ¿Lo recuerdan al restaurant Moscú?

Estás líneas, aunque no lo crean algunos, las escribí con la mayor seriedad del mundo. Porque siento un respeto infinito por todo el que tiene fe en algo, y ninguno por los que creen en la cúpula castrocomunista de Cuba.

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