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Por Ulises Aquino Guerra ()
La Habana.- Después de escuchar el alegato del Presidente y la manera descarnada en que exige inspeccionar los emprendimientos privados para ver si cumplen el plan energético, honestamente me quedo anonadado. Una suerte de impotencia me invade ante tanto desatino.
Es urgente y necesario que alguien le explique que la economía de este país hoy —si es que puede llamársele economía— la mueve fundamentalmente el emprendimiento privado. Lo poco o mucho que se genera sale de ahí; son ellos quienes pagan muchísimos impuestos y, aun así, ofrecen mejores salarios que el Estado.
Lo que habría que inspeccionar primero es qué han hecho con los recursos que este pueblo ha financiado para que:
Desde aquí le puedo responder, ante todo, con mucha vergüenza, con dolor y con mucha pena de ver el estado de indigencia al que ha llegado nuestra sociedad:
No se llaman «vulnerables»; se llaman miserables, hambrientos, pobres, indigentes, limosneros, mendigos, harapientos. Todo eso existe hoy desde que los «genios» de la economía diseñaron la Tarea Ordenamiento.
Y no tenemos azúcar desde la Tarea Álvaro Reinoso. Y no tenemos huevos desde que las gallinas se pusieron decrépitas. Tampoco tenemos carne de cerdo desde que les fueron encima a los grandes productores. Ni tenemos leche para los niños y los ancianos.
Y me arde el corazón cuando veo a tantos pusilánimes aplaudir. Cuando veo que, en la situación en que estamos, se atrevan a amenazar a este pueblo por protestar. A este pueblo que no puede más de tanto sufrimiento y miseria. No cabe duda: no se les da lo de la empatía.
Es que es contrarrevolucionario no protestar; va en contra de lo que la Revolución defendió.
¿Acaso «El programa del Moncada» y «La Historia me Absolverá» ahora son subversivos?
¿Entonces no eran patriotas los mambises que se rebelaron contra el yugo colonial?
Por mucho menos de lo que está pasando hoy se rebelaron nuestros abuelos. Y, sin embargo, este pueblo, desesperanzado por la ausencia de un proyecto claro de futuro, ha preferido callar, emigrar, huir para no enfrentar la decepción de toda una vida consagrada a la Revolución, y tener que escuchar amenazas de ese tipo.
No es el sistema chino el que se ajusta a Cuba, porque no somos chinos, ni vietnamitas. Somos cubanos, y somos nosotros los encargados de asegurar el futuro de nuestros hijos.
Demostrado está que ustedes no pueden. El pueblo, estoy seguro, sí.