Por Edi Libedinsky ()
Buenos Aires.- La icónica barba de Abraham Lincoln se ha convertido en un símbolo de su presidencia, pero no siempre fue parte de su imagen. De hecho, la razón por la que se la dejó crecer está ligada a una encantadora historia sobre una niña de 11 años llamada Grace Bedell.
En 1860, durante su campaña presidencial, Grace le escribió una carta a Lincoln sugiriéndole que se dejara crecer la barba. Le dijo que la barba haría que su rostro delgado pareciera más lleno y que incluso podría ayudarlo a ganar votos, ya que las mujeres instarían a sus maridos a votar por un hombre con una apariencia tan digna.
Lincoln quedó intrigado por su consejo. Poco después de recibir su carta, comenzó a dejarse crecer la barba que más tarde definiría su imagen.
Cuando conoció a Grace, unos meses después mientras se dirigía a su investidura, Lincoln le agradeció calurosamente la sugerencia y mostró con orgullo su nuevo aspecto. Esta sencilla interacción resalta la personalidad accesible de Lincoln y su voluntad de conectar con la gente común, incluso con una jovencita con una idea creativa.
Aunque comenzó como un consejo de campaña, la barba de Lincoln se convirtió en una parte duradera de su legado. Hoy, es difícil imaginarlo sin ella, pero la historia detrás de ella agrega un toque personal a uno de los presidentes más famosos de Estados Unidos.
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