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HAY FRACTURA EN LA CASTA MILITAR CUBANA

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Por Joel Fonte (Facebook)
La Habana.- La fractura dentro de las fuerzas represivas del Castrismo es un reflejo de la realidad del país y del colapso del régimen.
Una dictadura no se sostiene solamente a fuerza de la planificada y estructurada manipulación de la sociedad a través de la propaganda,  -a pesar de que en la realidad cubana esta tiene un peso descomunal, y está organizada para que el individuo sufra una ideologizacion atroz desde los primeros años de su vida, con el empleo combinado del sistema de educación estatal y todos los restantes mecanismos de influencia social, cultural…- sino que necesita el apoyo de instituciones represivas, entre las cuales son vitales las fuerzas armadas y las del orden interior, la policía.
Sin la amenaza que representan los militares, no se logra el control de una nación, la imposición de un Poder.
People react during protests against and in support of the government, amidst the coronavirus disease (COVID-19) outbreak, in Havana, Cuba July 11, 2021. REUTERS/Stringer NO RESALES. NO ARCHIVES

Pero no es solo eso; no basta con la amenaza del empleo de la fuerza que la existencia de toda institución armada supone, sino que debe lograrse -y el castrismo lo logró desde muy temprano, adoctrinando a sus militares- la desnaturalizacion de la funciones de esos órganos represivos, colocándolos contra el pueblo, contra los derechos e intereses de este.

Se necesita corromper la conciencia de esos militares, haciéndoles ver como «normal», lo anormal.
Porque, en un sistema democrático, las leyes son las que conducen, las que guían las funciones, las obligaciones, el actuar de los mecanismos represivos, y las leyes no se pueden dictar contra la ciudadanía.
En Cuba sin embargo, contrario a esa lógica,, donde el Estado de Derecho se esfumó con el ruido de las botas de Fidel Castro entrando a La Habana, es el omnipotente partido comunista el que lo resuelve todo, el que lo dispone todo, y es el que tiene secuestradas las funciones de la policía y todos los mecanismos represivos y militares.
Así pues, ser policía, militar en general, es sinónimo en Cuba de ser guardaespaldas del Poder, de servir a corruptos que secuestran  las libertades del pueblo e imponen un régimen de temor colectivo.
Ser militar significa organizar colas generadas por la incapacidad del mismo régimen para producir lo que demanda el pueblo.
Ser miembro de una institución armada es convertirse en custodio de tiendas infames en las que se vende todo lo que no tiene ni puede comprar un trabajador cubano con el sudor de su trabajo, ni con la moneda que le pagan.
Es proteger al ladrón de cuello blanco contra el justo.

Portar un arma y la autoridad de emplearla deviene aquí en ser titular de la facultad salvaje de golpear, vejar, violar los derechos de a quienes el Poder ha declarado como enemigos.

Pero toda esa vil realidad cambia gradualmente, porque un número creciente de miembros de esas instituciones armadas, particularmente los más jóvenes, los menos comprometidos, van despertando a fuerza de sufrir incontables privaciones, van descubriendo que son utilizados contra sus propias familias e intereses.
No son «4 gatos» los que se apartan de la represión, los que se niegan a ser cómplices de un régimen que está deslegitimado, o los que, aún permaneciendo vinculados a esos mecanismos represivos por los más diversos intereses -que van desde el mísero salario que reciben hasta el empleo de sus pequeñas dosis de poder para obtener míseros beneficios- están dispuestos a abandonarlo en un contexto agudo.
Por eso, en un futuro que cada vez se acerca más, los militares deberán tomar la pospuesta decision de determinar si están comprometidos con su pueblo, sus propias familias e intereses, o con quienes son sus enemigos.
No más temor.
No más dictadura en Cuba.

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