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La muerte de Gengis Kan, el conquistador que doblegó medio mundo, fue tan misteriosa como su leyenda. Y su entierro… aún más.
Según los relatos más antiguos, para mantener en secreto el lugar donde fue sepultado, los 2.000 asistentes al funeral fueron ejecutados en el acto. Nadie debía saber dónde descansaría el gran Khan.
Pero el silencio no terminó ahí.
Los 800 verdugos encargados de esa masacre fueron también eliminados, esta vez por otra guardia que no sabía a quién estaba matando… y que, según se cuenta, también fue ejecutada después. Todo con un único propósito: que nadie pudiera revelar el secreto.
Pero los esfuerzos no se detuvieron en las espadas.
Se dice que miles de caballos galoparon durante días sobre la tierra recién removida, hasta borrar cualquier señal de excavación. En otros relatos, se plantaron bosques enteros sobre la zona, disimulando el terreno con miles de árboles.
Y aún hay más.
Una leyenda afirma que el curso del río Onon fue desviado durante 800 años para mantener sumergida la tumba sagrada. Así, las aguas protegerían eternamente el descanso del emperador mongol.
Hoy, casi ocho siglos después, nadie ha encontrado su tumba. Y quizás sea mejor así.
Porque hay secretos que el tiempo no quiere revelar…
Y hay hombres que, incluso muertos, siguen siendo imposibles de alcanzar. (Tomado de Datos Históricos)