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Por Oscar Durán
La Habana.- Con bombo, platillo y mucho perfume barato comenzó FITCuba 2025, la feria de turismo que el régimen presenta como el termómetro de su “apertura al mundo”. Sin embargo, en realidad no es más que otra cortina de humo para tapar el hueco insondable de la economía nacional.
Esta vez, con China como País Invitado de Honor, el show se mudó al Parque Histórico Militar Morro-Cabaña. Es el escenario perfecto para la ficción revolucionaria: dos fortalezas coloniales como marco para otra estrategia fallida.
Allí estuvo Manuel Marrero, el primer ministro devenido en animador turístico. Camisa guayabera, sonrisa fingida, y frases recicladas. Dijo que “iremos creciendo en la recepción de turistas chinos”. ¿Creciendo hacia dónde, Marrero? Si el país no tiene ni papel sanitario, ¿cómo piensa atender con dignidad a miles de visitantes extranjeros? Pero en Cuba el problema nunca ha sido el discurso, sino el contraste doloroso entre lo que se dice y lo que se vive.
En 2024 llegaron apenas 27 mil turistas chinos. Una cifra miserable en cualquier contexto decente, pero aquí se vende como si fuera un récord olímpico. Mientras tanto, la isla se cae a pedazos. La infraestructura turística está obsoleta, los hoteles de Varadero tienen goteras y el desayuno buffet parece sacado de una bodega del 93. Pero Marrero y su comparsa no ven eso. Ellos solo ven cifras, memorandos de entendimiento y mesas redondas.
La feria incluyó una Gala en el Teatro Karl Marx, el único lugar en Cuba donde todavía se habla en voz alta sin miedo… porque el público lo aplaude todo. Fue un evento lleno de folclore y artificio, donde la cultura nacional es usada como moneda de cambio para seducir a una potencia que viene más por negocios que por nostalgia revolucionaria.
Y claro, en medio del circo, se anuncian exenciones de visado y vuelos directos con Air China. Además, se habla de un “futuro prometedor”. Futuro que, como siempre, queda a la vuelta de la esquina, esa que nadie alcanza porque los apagones vuelven. También, el dólar se dispara, y las tiendas MLC siguen vendiendo yogurt búlgaro a precios de oro.
Los organizadores de FITCuba creen que el turismo chino va a salvar a la isla. En su momento, pensaron que lo haría el canadiense, el ruso o el venezolano. No han entendido que el problema no está en el turista que no llega. En realidad está en el país que no mejora. La idea de vender la isla como destino de bienestar y calidad de vida es una bofetada para quienes no tienen ni calmante para un dolor de muelas.
Así transcurre otra edición de la feria: entre banderas rojas, discursos de hermandad y promesas que no valen ni lo que cuesta imprimirlas. Cuba, mientras tanto, sigue esperando turistas que no vienen, inversiones que no llegan, y un cambio que no se atreve a anunciarse en voz alta.
Porque en la FITCuba 2025 hay de todo, menos futuro.