Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Fichajes nuevos, errores viejos: la derrota como tradición

Comparte esta noticia

Por Yoyo Malagón ()

Madrid.- El Atlético de Madrid empezó la temporada como la acabó: con un golazo de Julián Álvarez y una derrota incomprensible. Lo de ayer en Cornellà no fue un accidente, fue un certificado de defunción con sello Simeone.

El Cholo sigue empeñado en demostrar que el fútbol es una guerra de trincheras, incluso cuando tiene en el banquillo a Almada, Baena, Griezmann y Sorloth.

El Espanyol, un equipo que el año pasado luchó por no descender, le dio una lección de ambición a un gigante que juega con mentalidad de enano.

Los números no mienten: 15 disparos, 0.87 xG, un 40% de posesión. Lo de siempre. Simeone fichó medio mercado (Hancko, Cardoso, Baena, Raspadori) para seguir jugando igual que en 2014. Lo grave no es perder contra el Espanyol, es hacerlo repitiendo los mismos errores: cambios tardíos, repliegue absurdo con ventaja y esa manía de convertir a jugadores técnicos en obreros defensivos. Almada, que en el Villaverde hacía magia, ayer fue un cartero sin destino .

Hubo un momento revelador: cuando Marcos Llorente, convertido en lateral por obra y gracia del dogma simeoniano, regaló la falta que acabó en el 1-1. El mismo Llorente que en 2021 desbordaba como extremo, ahora es un Frankenstein posicional. Mientras, en el banquillo, Griezmann miraba el reloj como un preso cuenta los días para la libertad. Entró en el 68′, cuando el partido ya olía a derrota. Demasiado tarde, como siempre.

Siempre el miedo

Lo peor fue el guion. Primero, el golazo de Álvarez (único destello de calidad en 90 minutos de mediocridad). Luego, el miedo. Siempre el miedo. El Atlético se replegó como si defendiera una final de Champions, no un partido contra el Espanyol en agosto.

Y al final, el castigo: Rubio y Milla, dos suplentes, destrozaron una zaga donde Hancko (25 millones) y Le Normand parecían extraviados. Si esto es el «nuevo Atlético», que vuelva el viejo.

Simeone dirá que es solo un partido, que hay 37 más. Mentira. Esto es un síntoma. Lleva tres años quemando jugadores ofensivos (Carrasco, Felix, ahora Almada) en el altar de su obsesión defensiva. Ayer, con 1-0 a favor, tuvo 30 minutos para matar el partido. En vez de mandar a Griezmann o Sorloth, esperó. Como esperó en Manchester, como esperó en Montjuïc. Su fútbol ya no es conservador, es una terapia de shock contra la alegría.

El RCDE Stadium se convirtió en un espejo. Mientras el Espanyol celebraba como si hubiera ganado una Copa, Oblak recogía el balón con cara de funeral. No es para menos: esta derrota huele a principio de fin. Porque en el Atlético ya no discuten las tácticas, discuten al tactista. Y cuando eso pasa, hasta los milagros caducan.

Deja un comentario