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La Habana.- Eugene Burkins nació en Nueva Orleans en 1877, en una época en la que el ingenio de un hombre podía ser eclipsado por el simple hecho de ser negro.
En 1900, mientras vivía en Chicago, patentó una ametralladora automática de diseño propio. Su invento, conocido como la Burkins Automatic Gun, era preciso, eficiente y revolucionario para su tiempo.
Pero ningún contrato llegó. Ninguna compra. Ningún reconocimiento.
Otros ingenieros, favorecidos por el sistema, empezaron a aparecer con modelos similares. A él solo le quedó el silencio.
Burkins terminó abriendo un pequeño restaurante para sobrevivir. Murió en Detroit en 1929, sin un centavo y sin justicia.
Su historia no aparece en los libros, pero su vida recuerda que el verdadero obstáculo nunca fue su ingenio, sino la discriminación de su época.