Por Javier Bobadilla
La Habana.- La foto de este trabajo fue en un parqueo en Los Sitios, donde hube de dejar la moto esta mañana. El azar me destinó dos paredes para parquear. Yo, lógicamente, escogí esta. ¿Qué sentido hubiera tenido parquear en otro lugar?
La calle por la mañana en Centro Habana es lo más cercano a la prueba de la licencia para piloto de Mig-29. La gente camina sin mirar. Está en la cola, el pan, el cajero, la carretilla, el invento. La vista perdida, en algún punto lejano. Yo ni siquiera pito. Entreno en el campo de obstáculos. Los dejo seguir en su ensoñación.
Un chofer cubano en un carro estatal ve amenazada su masculinidad cuando una moto se le para al lado en el semáforo. Para recuperarla, sale chillando goma, metiéndose casi en la senda contraria y llevándose el último segundo de la roja. Lo dejo ir, a dos cuadras hay otro semáforo que ahora está en verde, y que para cuando él llegue estará en rojo. El Geely se aleja cogiendo baches, y se lleva la roja en el próximo semáforo. Finalmente está a salvo de que una moto eléctrica perjudique su honor.
Si todos estos cubanos tan machos y tan salvajes y tan rápidos y tan furiosos usaran tanta masculinidad para defender la comida de sus hijos, o la atención médica de sus padres, o simplemente para no vivir como perros, qué diferente fuera todo… Asco. Este país está empezando a darme asco. Yo no puedo levantarme tan temprano, porque me pongo muy gusano.
Cuando llego a mi casa, no hay corriente. No está planificado, pero dice la Empresa Eléctrica que es por déficit de generación. Hay una pila de tipos con tremenda guapería, cogiendo su apagón calladitos.
Desde su pared, El Sempiterno & Bro. me miran y me dicen “Yo sé que hacer el amor es rico, imagínate conmigo”, y yo los entiendo. En algún momento después de la obediencia viene el control, después viene la posesión, después viene el desprecio, y finalmente el asco.
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