
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Javier Bobadilla ()
La Habana.- Escribir se ha tornado desagradable. Reflexionar, un deporte extremo. La gente grita porque las cosas están cambiando. La gente grita porque las cosas no están cambiando lo suficientemente rápido. La opinión no solo hay que fundamentarla, cosa que a nivel de opinión ya está un poco como que de más, sino que esa misma gente anteriormente mencionada que grita, demanda no ser decepcionada.
Si yo intentara no decepcionar, empezaría por no decepcionar a Charo, que quería que yo tuviera una familia, dos hijos, un trabajo seguro, y sobre todo, una vida tranquila. En lugar de eso, vive convencida de que la próxima Suzuki que se parquee en la puerta de mi casa puede subirle la presión a 190 con 150 y mandarla a 12 y Zapata, por mi culpa. Así de jodida es esa decepción, y me duele.
Entiendan entonces que la decepción de ustedes -y esto lo digo para que cada cual se sienta o no implicado-, a mí no me importa. Y cuando me dejen de seguir porque los decepcioné, van a seguir viniendo a leer sin dar en mi Facebook ‘Me Gusta’, porque la vida es así.
Primero, hay que hablar del pánico. Yo tengo un socio que dice que el miedo es que te metan una sombrilla por el culo, el terror es que después de meterla la abran, y el pánico es que, después de abrirla, la saquen. Hay una escala, y el equipo de Trump está ascendiendo, paso a paso, esa escala. Al final, esto es una apuesta. El abogado de Youtube te dice que Resistir y Vencer, que acogerte a la Ley de Ajuste, que abrirte un caso de asilo, que casarte con un yuma, pero un Gobierno entero te dice que Volverán, que la resistencia es inútil. Y eventualmente lo será, porque esto sigue escalando.
Hay un tipo de emigrante que lo dejó todo atrás. Por necesidad o soberbia, vendió todo lo que tenía en Cuba, decidido a no volver al PDPE. Hubo quien, con más tino, se negó a vender la casa. Hubo a quien lo heredaron en vida, y ahora en su casa, en su cuarto, viven el hermano con la cuñada nueva, un hijo de ambos, y otro del marido anterior de la cuñada, que ahora también está allá, con fecha de corte.
Las condiciones iniciales varían mucho, pero lo determinante es el cómo pasaron estos años en EEUU. ¿Consiguieron un buen trabajo? ¿Lograron guardar un poco de dinero? ¿Vivieron de los foodstamps? ¿Coleaban para coger turnos para la comida en la iglesia? ¿Vendían en Hialeah aguacates de Homestead?
Lo importante ya no es el cómo se fueron, es el cómo volverán y el cómo encontrarán esto.
Aquí no queda nada. El gobierno está demasiado atado como para hacer un cambio efectivo. Cualquier cosa que hagan le va a molestar a alguien, sea a La Famiglia, a los generales o al pueblo. A su vez, esos factores se molestan entre ellos. El equilibrio es precario. El último intento de eliminar la venta mayorista en los privados pasó junto con los aranceles de la comida y las medicinas, y los precios de ETECSA, a la categoría de Cosas que Aplazamos Indefinidamente Porque Nos Da Miedo Cambiarlas. Todo está al límite.
El otro día congelaron las cuentas de las empresas extranjeras. O no congelaron, porque pueden usar su dinero, pero no lo pueden sacar de Cuba. Justo cuando más necesitan de los pocos tarados que puedan quedar en el mundo con ganas de invertir en Cuba, los aprietan hasta ahogarlos. De estas empresas, la mayoría no tenía perspectivas de más nada en más ninguna parte. En Cuba les prometen un paraíso de corrupción y monopolio, y parece una alternativa viable, pero es un pacto con el Diablo. Cuando el Diablo viene a cobrar, ya es demasiado tarde.
Los deportados, entonces, van a llegar a un país con electricidad y agua solo -y parcialmente- en la capital, sin dinero efectivo en ninguna parte, con la internet más lenta del mundo a propósito y con el sistema de salud completamente desarticulado.
Las casas subirán brutalmente de precio, porque los deportados serán potenciales compradores. A precio de oro se volverá a poner un apartamento en el Vedado, porque, lógicamente, después de vender el Toyota en Miami algo de dinero debe quedar para comprar casa en La Habana y no tener que volver a vivir en Jobabo.
Después que suban, tendrán que bajar, porque los dueños de casas asumirán que los deportados vienen con money, y se van a creer que esto es el tiempo de Obama, y no. Junto con las casas, los carros, porque el deportado también necesita un carro. La planta eléctrica la trae con él, si no la mandó ya.
Si no hay una prohibición explícita de los viajes a Cuba, de todas formas habrá un miedo implícito. Cualquier viaje puede ser el último. Se ha dicho muy alto y muy claro en todas partes.
«Si te dejé entrar aquí fue porque huiste de Cuba. Si huiste de Cuba no se supone que quieras volver. Si vuelves, es que te quieres quedar.»
¿Es una lógica cruel? La vida es con dolor.
Sin viajes a Cuba, se rompe el flujo de los dólares. El dólar se dispara como las casas, pero no vuelve a bajar. No baja más nunca. Es más difícil de conseguir que el moco de unicornio albino.
La libra de mula se pone en $15. Disminuyen drásticamente los envíos de paquetes, pero también los combos comprados en supermercados online, porque hay mucha menos gente para enviar y mucha más para recibir. Como Cuba es Cuba, al disminuir la demanda el precio aumenta, porque entonces a esos hay que sacarle el dinero que se le sacaba a todos los demás.
Ellos, aquí, también querrán sacarle dinero a los deportados. Montarán un circo, venderán carros y motos, hablarán de crear MIPYMEs mixtas. Lo mismo de siempre, la estafa siempre empieza igual. El deportado viene resentido, puede ser que se le reactive un sentimiento revolucionario que Ellos no entienden que nunca tuvo.
Algunos deportados picarán, porque es verdad que estarán resentidos, y es verdad que cuando vendan el Toyota llegarán aquí con un dinerito. Recuerden que hay quien no tiene qué comer, pero en El Bleco el pomo de agua cuesta como 800 pesos, y por las noches se llena. Esos deportados, si no son familia de nadie, son los que peor la van a pasar.
¿Es posible dejar algún negocio funcionando allá y venir para acá? No sé. Requerirá de personas de confianza y mucha suerte. Lo que si sé es que muchos de esos negocios no van a funcionar, porque detrás de la deportación es que vendrá la presión de verdad.
Cuando esa burbuja explote, y los deportados se pasmen del poco dinero que lograron traer y malgastar aquí, y se den cuenta de que la gasolina para la planta nada más alcanza para un rato de corriente al día o te arruinas, y que tienen que agarrar los cuatro dólares que les quedan e intentar la travesía por Suriname para Brasil, yo les voy a hacer un cuento.
Si, yo sé que eso no importa. Que este pueblo ha aguantado más que eso. Yo sé, yo sé. ¿Por qué creen que hace casi un mes que no escribo? Ya estoy aburrido de que me digan lo mismo. Tranquilos, que no pasa nada.
Ahora bien, yo quisiera hacerles notar que Cuba JAMÁS EN SU HISTORIA ha estado en una peor situación ni incubando un desastre más grande, excepto durante la Reconcentración de Weyler.
No estoy hablando de que los deportados se van a sublevar, ni de que van a llevar el país a la rebelión. Eso no va a pasar. Ya les dije que los deportados van a tratar de irse otra vez para otra parte. Pero Cuba está viviendo prácticamente del dinero de esos cubanos allá.
Cuando los que mantienen se conviertan en bocas a mantener, vamos a pasar un hambre de tres pares. Hambre parejo, que yo he visto coroneles caminando al sol, con una jabita de nylon y un portafolio. Hambre y miseria. Más de la usual, porque nacimos en la miseria, pero sospecho vamos a morir en algo nuevo -y peor- que todavía no tiene nombre.
¿Ustedes le han visto las caras a Díaz-Canel y a Marrero? ¿Ustedes han notado la vaguedad en las noticias? ¿Las incongruencias en la cadena de mando? Porque no hay que ser un genio, es solo sentarse a mirar.
Pero nada, sin lío. Tomen cerveza, que está barata, y preparen el culo, que están al sacar la sombrilla.