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Por Ernesto Ramón Domenech

Toronto.- Toda comunidad humana impone a sus miembros normas para la convivencia, gestos que apuntalen al Grupo: cooperación, tolerancia, solidaridad, respeto al otro, compasión entre los miembros. Pero el Grupo no puede anular nuestra condición primera: Hombres y mujeres con libre albedrío, con personalidad propia. No reniegues de tu individualidad, no bajes la cabeza frente al coro que en medio de gritos o insultos quiere apagar tu voz. Haz lo que tengas que hacer únicamente guiado por la Fe, por el Amor, por las convicciones.

Al fin y al cabo, a la hora cero, en los momentos cruciales de la vida, la multitud, el grupo, la masa es un espejismo, una ilusión, una mentira: estamos solos. Nadie puede pensar por ti, amar por ti, odiar por ti. Estamos solos en la duda, en el miedo, en la traición; solos en el dolor, en la pobreza, en el fracaso; solos en la enfermedad, en el tedio, en la muerte.

Las imágenes del abyecto Espectáculo de los desfiles por el 1 de Mayo en Cuba no sorprenden a nadie; me recuerdan esa secuencia de la película “The Wall” en la que una fila enmascarada e inerme se desplaza para saltar como Zombies sobre la máquina que muele sus huesos y carnes con calculado ritmo. En la otra Cuba, en ese espacio físico o sentimental donde sobreviven hombres y mujeres que no abandonan los sueños de libertad y progreso nos preguntamos: ¿Estamos solos? La Libertad y los Derechos ciudadanos siempre han importado poco; todos sacan sus cuentas, hacen sus cálculos, planifican su parcela de felicidad. Los resortes del miedo y el hambre anulan cualquier compromiso cívico.

Para una buena parte del mundo Cuba es una isla de playas paradisiacas, buen ron, excelente tabaco y gente predispuesta al baile y al sexo; la Democracia vendrá algún día; o no vendrá. En estas seis décadas la lista de traiciones es larga, casi infinita: Letrinoamérica en pleno (con México y Brasil en primera fila), Europa en su conjunto, casi todos los gobiernos de USA, Canadá (siempre lista para negociar con el Castrismo), Asia, África y hasta Australia. Sí, estamos solos en esto, pero no hay mérito cuando se sale a pelear sabiendo que compites con un rival inferior.

La grandeza del ser humano se mide por su actitud frente al Poder, frente a la Derrota, frente a la Muerte. Pero las palabras sirven de poco cuando de dar sentido a la Vida se trata. Mejor recurrir a los hechos, a los que han persistido, a pesar de la soledad y el estigma, en su Idea; a los que han hecho del mundo un espacio esperanzador y cambiante.

Solo

Solo estuvo Cristo en su Pasión, en su Prédica, en la Cruz.

Solo ha estado el pueblo judío por más de dos mil años en el centro del escarnio y el terror. Solo frente a Roma, en los Progroms, en el gueto de Varsovia, en Treblinka, en Auschwitz, en medio de la intolerancia islámica.

Solo defendió sus teorías Giordano Bruno, mirando con serenidad a los ojos de la Inquisición que lo condenaba a la hoguera.

Por 17 meses, y cada mañana, sola, se iba Anna Ajmatova frente a una cárcel de Leningrado para reclamarle al Stalinismo noticias y cartas de su hijo Lev.

Solo anduvo Franz Kafka por las calles de una Praga hostil mientras tejía la trama de los personajes del “Castillo” y el “Proceso”.

La Nación del Tíbet, refugiada en su Fe y su historia, se obstina en sobrevivir al Pekín Totalitario.

En una casona de la Habana, desde 1959 y hasta su muerte, Dulce María Loynaz, se auto aisló y vivió en permanente soledad encarando todo tipo de ataques y miserias de la “Revolución”.

Ella sola, Nena, la madre de mi Amigo Fernando, trabajando de conserje por el día y costurera de noche, terminó de criar a sus 4 hijos sin faltarle jamás el plato de comida y el beso en las mañanas.

Solos, como en el primer día de escuela, en las dudas o en el examen de matemáticas.

Solos, como “El Zorro” y “El vengador anónimo”.

Solos, porque antes de 10, de 1000 y 1 millón fuimos uno.

Solo, como el estudiante chino cortando el paso a un tanque de guerra en la plaza Tiananmén en aquel fatídico Junio de 1989.

Solo, como Mario Chanes de Armas en sus 30 años de prisión en celdas del Castrismo.

Ni las cincuenta en la “Old Glory” ni las doce de la Unión Europea: una estrella en solitario ilumina los colores de nuestra bandera.

El mayor placer para el Tirano, y para el Cobarde, es el aplauso unánime, la mayoría absoluta, el derrumbe moral de los vencidos. Frente a ese reto nos queda alzar la cabeza, reafirmar nuestra identidad, decir lo que pensamos, hacer lo que decimos. Ser dignos, ser Nosotros, ser Tú mismo, aun cuando el precio sea quedarte solo.

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