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El Toque vs. el gobierno cubano: la batalla por el termómetro económico

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Por Eduardo Díaz Delgado ()

Madrid.- A ver, porque aquí hay cosas que solo funcionan si uno decide apagar la cabeza. Resulta que, según Humberto —salió en el NTV—, a cerrar “con broche de oro” la campaña contra El Toque. Lo mismo con lo mismo: escandalito fabricado, recortes de videos sin contexto y un aire de “ya lo tenemos” que es bastante gracioso, porque lo que pone como pruebas descubiertas que revelan datos importantes son, en realidad, cosas públicas que de por sí no dicen nada. Solo si le agregas los recortes —que si los ves enteros te das cuenta de que dicen lo contrario al mensaje de Humberto—, yo conté cinco en diez minutos. (Por cierto, ¿quién les edita a esta gente?).

Lo básico: Humbertico descubrió que El Toque recibe financiamiento. ¡Noticia de última hora! Un medio independiente, radicado fuera de Cuba, que paga salarios, servidores, diseño, periodistas, edición… recibe 70.000 dólares en un año. En Estados Unidos. Para un equipo entero. ¿Y eso es “gran financiamiento”? Eso no es ni el presupuesto de una campaña de marketing mediocre. Eso, para un medio de prensa de ese volumen de creación de contenido en EE. UU., es anémico. Lo que pasa es que el cubano está tan golpeado económicamente que en Cuba un dólar se ve del tamaño de un edificio.

Mientras tanto, el NTV pretende hacerlo ver como si fuera un presupuesto de la CIA para tumbar gobiernos. Cuando, en realidad, lo más probable es que El Toque gane más por su propio merchandising, donaciones y visualizaciones que por esa cifra. Pero claro, ese dato ya no cuadra.

Humberto es un financiado del gobierno

Por cierto, que un medio reciba dinero, si no varía su línea editorial, no es en sí ningún problema. De hecho, debería ser evaluado por su contenido y no por quién lo financie. A Humberto lo financia el gobierno dictatorial cubano, y no es por eso que es un sin… es porque su actuar, la manipulación y las mentiras que dice, lo vuelven un sin… (eso mismo).

Según Humberto, ese dinero es para “hacer daño”. ¿Cuál es el daño? Monitorear la tasa de cambio informal, que es pública, visible y medible para cualquiera que entre a Telegram, WhatsApp, Revolico o Facebook. No hay magia negra. No hay ingeniería social. Tampoco hay conspiración estilo Netflix. [Curioso que la estabilidad de la economía de un país pueda ser un desastre gracias a publicaciones de una página en Facebook.]

Es más: eso de publicar una tasa económicamente fundamentada lo podría hacer el Estado cubano perfectamente. Es tan fácil como recoger la metadata pública de miles de anuncios diarios… si tuvieran voluntad, capacidad, transparencia y un mínimo de interés en manejar su propia economía. Ahí está el detalle: no lo hacen. El Estado cubano no monitorea el mercado informal porque ni siquiera es capaz de sostener uno formal. No venden divisas. No existe un mercado cambiario estatal funcional. Puedes llevar un saco de millones en pesos y no hay nadie que te venda un solo dólar. Eso no es mercado: eso es… nadie sabe qué es.

¿Y las pruebas?

Y entonces, en vez de asumir su fracaso, culpan al mensajero. El Toque funciona como un termómetro: mira lo que ya está pasando en la calle y lo resume. Antes de El Toque, ¿cómo crees que la gente fijaba precios? Igualito: mirando anuncios en redes, preguntando en canales, comparando en grupos. El Toque lo único que hizo fue ordenar lo que ya existía. Lo que pasa es que poder medir de forma tangible el desempeño económico del país no es buena prensa para los que lo dirigen cuando ese desempeño es un total desastre.

Decir que “manipulan” la tasa sin mostrar una sola prueba, sin mostrar un solo cálculo paralelo, sin enseñar la comparación con las bases de datos de las 10.000 publicaciones diarias que ellos procesan —que además salen en la base de datos publicada diariamente— es un insulto a la lógica. ¿Hicieron ese análisis? ¿Mostraron su metodología? ¿Publicaron su base de datos? Por supuesto que no, y era fácil. (Ojo: el método de El Toque es público y ha sido validado por varios sitios de importancia; las publicaciones también). Pero nada, Humbertico salió a decir que la tasa se manipula “porque sí”, porque les conviene, porque necesitan un villano para justificar lo que no saben controlar.

Y aquí viene la parte que desmonta todo el andamiaje del relato de Humberto y del gobierno: el Estado cubano no intenta contrastar a El Toque. Ni lo intenta, ni puede, ni le conviene. Porque si de verdad quisieran “desenmascararlos”, no tendrían que gastar un centavo en Humberto, ni alargar el noticiero diez minutos más para soltar discursos torpes y mal actuados. Bastaría con hacer exactamente lo que critican: un estudio serio sobre el mercado cambiario informal. Eso lo ha dicho este personaje en TV, pero hasta el «presidente» lo ha mencionado. Habría sido muy fácil demostrar que El Toque miente, en caso de que mienta. También podría demostrarse que tienen razón haciendo el mismo ejercicio. ¿Por qué no se hace? (Pausa dramática para que pienses).

Territorio Prohibido

Pero claro, ahí entramos en territorio prohibido. Para hacer eso, el Estado tendría que admitir tres cosas:

  1. Que el mercado informal existe.
  2. Que funciona.
  3. Que ellos no tienen ninguna capacidad real para controlarlo.

Y aquí está un detalle que ellos jamás mencionan: en Cuba, cambiar dinero está criminalizado. Llegas con tus ahorros después de un viaje, quieres convertirlos a pesos para vivir en tu propio país… y técnicamente estás cometiendo un delito (a no ser que le vendas tus divisas al Estado a una tasa que es una burla). Un delito del cual ellos hacen la vista gorda porque, sin mercado informal, colapsa media economía cubana, incluidos los negocios del propio Estado.

¿Por qué? Mira esta gran ironía:
El gobierno dolarizó la economía. Abrió tiendas en MLC. Vende productos y servicios esenciales exclusivamente en divisas. Cobra recargas, paquetes de datos y servicios a tasas que son prácticamente El Toque + un margen.
Pero no vende dólares. No permite comprarlos legalmente. No deja que los privados paguen salarios en divisas, ni cobren sus servicios en divisas, pero los obligan a importar en divisas.
Y al 70% de los trabajadores del país, que laboran para el Estado, les paga en una moneda que no sirve para comprar lo que ellos mismos venden.

¿Resultado?

Todo el país necesita dólares. Pero el Estado no ofrece dólares. Y encima criminaliza conseguirlos fuera.
Si el mercado cambiario desapareciera de un día para otro, no solo se hunden las familias: se hunden las MIPYMES que el propio Estado dice “regular”, se hunden sus tiendas en divisas, se hunden los servicios estatales que dependen de pagos en moneda dura.
Por eso miran hacia otro lado. Por eso no han metido presos a todos los que cambian dólares en la calle. Y por eso jamás cerrarán ese mercado. Dependen de él.

Y como no pueden asumir su responsabilidad en el caos que crearon —porque fue SU dólarización, SU “Tarea Ordenamiento”, SUS reformas improvisadas lo que quebró a más de 500 empresas estatales en un solo año—, necesitan un villano externo que pueda cargar con la culpa.
Y ahí entra El Toque.

El toque molesta..

El Toque “molesta” no solo por la tasa —que no manipulan, que no inventan, que solo reflejan—; eso solo evidencia un desastre económico que es visible desde el espacio. Pero esto también carga algo más profundo: el desmonte continuo y sistemático de la propaganda oficial. Esa columna donde destripan discursos oficiales, contrastan palabras con leyes, fechas y datos, y dejan expuesto lo que nadie en el aparato debería permitir: contradicción, mentira, incoherencia, improvisación.
Eso, para la propaganda cubana, es imperdonable.

Eso sí es “peligroso”.

Por eso quieren desacreditarlos. Por eso necesitan llamarlos mercenarios. Y por eso tienen que fabricar conspiraciones ridículas con un tipo que ni pruebas aporta, ni lógica tiene, ni siquiera parece entender bien lo que dice.

No es contra la tasa. No es contra los números. Y no es contra la inflación.
Es contra la posibilidad de que alguien les quite la narrativa. Es contra la posibilidad de perder el monopolio del discurso.

¿Demasiado subversivo, verdad? O… ¿demasiado subversiva la verdad?

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