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El tiempo de la obediencia cómplice debe cesar

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Por Joel Fonte

La Habana.- Hace unos días viajábamos por Boyeros, cerca del Aeropuerto, en La Habana. No muy lejos de donde detuvimos el auto, un señor de unos 60 años discutía con dos agentes de policía que querían revisar sus pertenencias en medio de la acera.

Antes de intervenir para auxiliar al señor, uno de los agentes, en respuesta a lo que le reclamaba respetuosamente, con voz moderada, el civil, le gritó con arrogancia: ‘aquí el que manda es Díaz-Canel, así que no me hable de leyes’.

Recordé aquella voz autoritaria, identificada solo con el discurso de la fuerza, cuando vi a este señor -el ‘paradigma’ de aquel policía- hablando hoy como dueño de los destinos de millones de personas en Cuba.

Los cubanos somos responsables de permitir tantos abusos

Cuál será la naturaleza de un individuo que, consciente de que nadie lo votó para desempeñarse en un cargo público tan trascendente, de que toda la estructura de poder a la que sirve se impone por la fuerza, se regodea en privilegios -esos que le arrojan como migajas sus amos- mostrando a la vez toda la ineptitud posible…

Cuánta responsabilidad tenemos los cubanos, generaciones enteras, al haber permitido – y seguir tolerando- que un grupo de malhechores, de verdaderos delincuentes, se hayan apropiado de nuestro país, que lo hayan saqueado, y que sigan dictando el futuro de nuestros hijos, de nuestras familias, de nosotros mismos.

El policía se equivocaba: Díaz-Canel no gobierna aquí -así se lo hice saber, serenamente, y hasta sonrió tímidamente, casi con complicidad al escucharlo-, pero que la cúpula militar y el apellido Castro al que esos militares sirven todavía dócilmente nos traten como a una masa de esclavos, a quienes se puede arrear según las conveniencias, incluso en medio de la desgracia natural que se nos avecina, es una vejación que no podemos seguir tolerando si queremos subsistir como nación, como seres humanos…

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