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Por Oscar Durán

Melena del Sur.- Miguel Díaz-Canel anda de recorrido nuevamente. Esta vez por Melena del Sur y Güines, dos zonas agrícolas de Mayabeque que, según el discurso oficial, tienen un «papel estratégico» en la producción de alimentos.

Lo mismo de siempre: visitas anunciadas con bombo, ministros que lo acompañan, fotos con machete en mano, abrazos a productores, y promesas de que esta vez sí, ahora sí, vamos a despegar en lo agropecuario. El cuento eterno del “sí se puede” en una tierra donde lo que abunda son realengos, tierras improductivas y un pueblo con hambre.

La puesta en escena fue la de siempre. Primero se plantó en la CCS “René Orestes Renier” donde cinco hermanos, que deberían estar en Hialeah comiendo Subway y no sembrando boniato, le mostraron orgullosos las 25 hectáreas que mantienen casi por milagro. Malanga, maíz, frijol y hasta papa con buenos rendimientos.

Uno se pregunta si no será que le prestaron el terreno por un día para la foto. Después se fue a la finca Gatica 9, que parecía sacada de una postal soviética de la década del 60. Allí le contaron que cinco hectáreas antes estériles ahora están rebosantes de vida. Y uno no puede evitar preguntarse: ¿cuántas fincas como esa hay realmente en Cuba? ¿Cuántas sobreviven sin ser utilizadas como escaparate gubernamental?

El mismo llamado de siempre

Más tarde, el periplo lo llevó a Güines, otro enclave agrícola del que se habla como si fuera el granero de la nación. En la UEB Granma conversó con jóvenes usufructuarios que han resucitado tierras degradadas. Plantan soya, cultivos varios, y lo que se les ponga por delante, según el guion oficial.

El presidente del Grupo Agropecuario y Forestal se deshizo en elogios, como si lo que viera allí fuera norma y no excepción. Pero basta caminar por cualquier municipio de Cuba para notar que las tierras siguen vacías, los mercados sin alimentos y los precios por las nubes. ¿Entonces?

Como colofón del recorrido, Díaz-Canel hizo su habitual llamado a “aprovechar las tierras disponibles”, incluidas las tierras en desuso que el propio Estado ha dejado perder durante décadas. Habló del uso de bioproductos nacionales, diversificación productiva y prácticas sostenibles. Todo eso suena muy bien… en el papel. Porque la realidad es otra: agricultores sin fertilizantes, sin maquinaria, sin combustible, sin crédito y, sobre todo, sin garantías. Lo que sí sobra es burocracia y discursos huecos.

Este segundo ciclo de recorridos no es más que otro capítulo en la telenovela del agro cubano: promesas recicladas, escenografía montada y una realidad que no cambia. A estas alturas, ni el más optimista cree que una finca en Güines resolverá el hambre de La Habana.

La seguridad alimentaria no se decreta en una reunión ni se improvisa en una visita oficial. Se construye con libertad, propiedad real sobre la tierra y un modelo económico funcional. Pero nada de eso está sobre la mesa. Solo el machete y el teatro.

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