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Por Esteban Fernández Roig
Miami.- Todos los días me he alegrado de la muerte de Fidel Castro. Sin embargo, me hubiera encantado que hubiera sufrido dándoles un vistazo a sus descendientes.
Vaya, el monstruo que le hizo la vida imposible a los jóvenes. Los encarceló por tener una guitarra eléctrica. Convirtió en un crimen escuchar música rocanrolesca. Además, imitar a Elvis Presley era un pecado contrarrevolucionario.
¿Se acuerdan que durante 1962 el tirano ordenó redadas policiales contra las prostitutas, proxenetas y «pájaros» —como se llama a los gays en Cuba—, en lo que se denominó «la noche de las tres P»?
Entre los tantos detenidos, figuró el genial escritor Virgilio Piñera, quien durmió en los calabozos de la prisión de El Príncipe. Mientras al escritor Reinaldo Arenas lo pulverizaron.
Me encantaría ver lo que hiciera con sus vástagos en la actualidad el tirano creador de las “Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP)”. En ellas fueron confinados más de 25.000 hombres, básicamente jóvenes en edad militar, entre los cuales había religiosos, artistas, homosexuales y disidentes. 507 terminaron en salas psiquiátricas. 72 murieron por torturas y 180 se suicidaron.
Qué grandioso hubiera sido enterarnos de una visita a Punto Cero de los nietos Sandro y Tony y la sobrina Mariela. Dalia los espantaría con una escoba evitándole a su marido un yeyo homofóbico.
Vaya, lo muchísimo que hubiéramos disfrutado al enterarnos que aquel que despreciaba a su medio hermano llamándolo desde niño “mariconzón”. Además, sufría un derrame cerebral provocado por el merecido karma.