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Acabo de leer el Grito de Auxilio que sale de las entrañas de mi patria; duele a morir pero viene cargado de carencias… y no solo materiales.

No es posible que aún se sueñe con que alguien milagrosamente les vaya a quitar la bola de fango que los aplasta día tras día.

Da pena decirlo pero el propio Pueblo Cubano, una y otra vez, le ha hecho la reverencia sumisa. Esto sucede ante este grupo de abusadores y cobardes que tienen al país en la más grosera desvergüenza.

¿Por qué coño salen a la calle cuando los que privan de alimentos a sus hijos los convocan?

¿De qué temor se habla, cuando esos perros viven en el temor multiplicado por tres?

Todos ellos viven a la sombra de los cojones del celebre y extinto Fidel Castro. Esto se debe a que la mayoría carece de valor propio, que es característica fundacional de los abusadores.

Todos saben de lo que hablo, porque me rebelé ante la pena. Porque arriesgué una carrera hecha y derecha. Junto a miles de rebeldes, no vimos de otra que largarnos, dejando atrás la piel y los huesos.

Cuando hace un par de meses vi el malecón atestado de cubanos, me juré olvidar una lucha que me avergonzaba. Los vi haciendo de paraguas a quien los ensucia y engaña perennemente.

Hoy les digo: Nadie, nadie… nadie moverá un dedo por un pueblo que ha permitido lo impermisible. Esto se da por sobre la propia historia de aquellos jóvenes que fueron acribillados a balazos en la escalinata universitaria, en radio Reloj, en Enramada, o en Humboldt 7.

Esos jóvenes, de estar vivos hoy, con las manos limpias ya hubiesen arrancado del Poder a este grupo de burócratas enfermos de ego ajeno. Los han llevado a Cuba al sucio vertedero.

No digo más, porque el tema me avergüenza y hasta me enferma .

¡Lo siento, carajo! ¡Me duele a morir! Y siento que tengo la cuerda rota del alma.

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