
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Hermes Entenza ()
Nuremberg.- He visto pocos remakes de esas grandes producciones para niños y adolescentes que tuvieron éxito en décadas pasadas; aunque hoy el impacto es exquisito por la visualidad, el sonido, el realismo y la producción, con experiencias impensables en los años 40’s y 50’s, en la época dorada de Disney.
He visto pocas de estas nuevas propuestas; no he visto La Sirenita, ni otras que han tenido más o menos suerte de mercado y de crítica.
Ahora está presentándose la nueva Blancanieves. Me parece bien aunque no la vea; puede ser una excelente forma de viajar a la fantasía, y a una dosis de color impresionante; pero un fenómeno vergonzoso se ha manifestado, y he perdido la cuenta de los post en contra del filme.
Son tantos los que veo en las redes, que da vergüenza ajena solo verlos navegar impunemente, porque lo más jodido es que no son críticas a las actuaciones, a la música, la producción, o alguna disciplina de las tantas del cine.
Son críticas racistas y ofensivas porque Rachel Zegler, la muchachita que encarna Blancanieves, es fea (dicen) y ofende la sensibilidad de niños y adultos porque es casi una negra.
Sucedió igual con La Sirenita; hordas de estúpidos volcaron su odio sobre la muchacha, también por ser de oscura piel.
Es el resultado de estos tiempos locos que han creado y versionado, como en el cine, mentes deficientes, gente sin humanismo ni un átomo de entendimiento sobre la raza humana, tan variada y hermosa.
Cada vez que veo un post criticando el color de la piel de una actriz, afirmando que es fea por ser negra, por no tener pelo rubio y piel blanquísima como la nieve, me da por revisar los comentarios.
Para vergüenza, un altísimo porcentaje de los idiotas son latinoamericanos, que en masa, aportan a la estupidez mundial, subiendo los niveles globales de maldad y fanfarria colorista. Pero, para más asombro y pesar, casi la mitad ¿saben que? son cubanos.
Resulta que Cuba se está derrumbando por un pésimo gobierno, por la represión estatal, por el hambre y la miseria, pero los tarados viavilizan su energía en traumas raciales y se olvidan del auténtico y terrible caso nacional.
Ser racista en el siglo XXI es ser parte de la jauría aberrada y bruta; es otra forma menos complicada, pero más dañina, de creer que la tierra es plana. El terraplanista es idiota, pero el racista malvado.
Este mundo está patas arriba por tanta gente descerebrada, y para esos que creen que el color de la piel es limitante, les dejo la foto del álbum Cowboy Carter, de Beyoncé que arrasó el mercado «de blancos», demostrando que hacer country music no tiene que ver con el color de la piel.
La hordas callaron cuando salió a la luz porque no entiendieron nada, y se tragaron la noticia, como también se tienen que tragar a Daymé Arocena, por ejemplo, porque es una diva que deja mudo al mismísimo Dios.
El mundo está jodido por miles de causas, y ninguna es natural; somos los humanos los que pateamos, reprimimos, segregamos, y nos creemos dioses blanquitos como los elfos, pero somos tontos y malévolos como orcos.