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El puente que llora

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Por Yami Imías Cuba ()

Guantánamo.- El Puente de Imías, un viejo amigo de piedra y acero, se erguía sobre las aguas bravas del río. No era solo una estructura que unía La Línea y Jesús Lores; era un confidente silencioso, un testigo de innumerables historias, amores y despedidas. Cada amanecer, sus adoquines sentían el ritmo de los pasos apresurados hacia el trabajo, el suave andar de los enfermos hacia el hospital, la risa de los niños camino a la escuela….

Pero una tarde de huracán, el río Imias se desató con una furia desconocida. Las aguas embravecidas golpeaban los pilares del puente como un monstruo sediento, amenazando con devorar a su viejo amigo. El puente, cansado por el peso de los años, sentía el terror de que sus cimientos cedieran. Crujía y temblaba, susurrando oraciones a los vientos. Los vecinos, desde la orilla, observaban con impotencia y lágrimas en los ojos, temiendo perder a su compañero de hierro.

Milagrosamente, el puente resistió la fuerza que Oscar desató. Cojeando, agrietado y herido, pero de pie. Sin embargo, las cicatrices de esa noche de terror nunca se desvanecieron. Hoy, el viejo puente sigue allí, un símbolo de resistencia inquebrantable, pero también de decadencia, de las carencias que azotan la región, del desinterés de quienes deberían cuidarlo. Aún hoy, la gente lo cruza a pie, con el corazón en un puño, sabiendo que bajo sus pies, el puente, cansado y adolorido, anhela un descanso que quizás nunca llegue.

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