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El PSG propina una humillación blanca

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Por Redacción Deportiva

La Habana.- Real Madrid no perdió. Lo que ocurrió esta noche fue otra cosa: una humillación pública, un cachetazo con todas las letras, una bofetada táctica y emocional propinada por un Paris Saint-Germain que jugó como equipo grande, pensó como equipo grande y ejecutó como campeón de manual.

En el MetLife Stadium, bajo un cielo de acero y luces frías, los de Luis Enrique dieron una exhibición total: 4-0 y ni un gramo de compasión.

Fabián Ruiz abrió el marcador al minuto ‘6 con un derechazo que rompió cualquier ilusión blanca. Tres minutos después, Dembelé aprovechó un desorden defensivo tan grosero que parecía coreografiado por el enemigo. El 2-0 era un electroshock; el 3-0, otra vez de Fabián, ya era muerte clínica. Y por si quedaba algún espíritu flotando, Gonçalo Ramos firmó el acta de defunción al ’87.

Un Madrid desorientado

Xabi Alonso, en su peor noche como entrenador del Madrid, no supo leer el partido. Su línea de cuatro fue devorada por las bandas, sus interiores parecían de cartón y Courtois, que paró lo que pudo, terminó pidiendo perdón en los micrófonos. «Hay que pedir disculpas», dijo, con la honestidad que solo tienen los grandes cuando se hunden en público.

Ni Modrić, en su último torneo con la camiseta merengue, pudo maquillar el desastre. Ni Militao, que volvía de una larga lesión. Ni Lucas Vázquez, en su adiós a la camiseta blanca. PSG no sólo ganó: dio una lección de cómo se juega un torneo de élite. Le pasó por encima al club más laureado del mundo como si fuera un sparring.

Luis Enrique, con un PSG más coral que individual, construyó una sinfonía: posesión del 76% en la primera mitad, presión alta, velocidad quirúrgica. Hakimi y Nuno Mendes parecían salir en moto. El mediocampo fue un quirófano y la delantera, una cuchilla sin compasión.

Real Madrid se va del Mundial de Clubes sin gloria y con las heridas abiertas. No hay épica posible cuando te aplastan en 90 minutos. Ahora queda la reconstrucción, el mea culpa, los fichajes y una dura reflexión sobre lo que significa competir en la nueva era del fútbol.

El domingo, PSG jugará la final ante Chelsea. Real Madrid, mientras tanto, tendrá que revisar las ruinas que deja una de sus peores noches en la historia reciente.

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