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Por Dagoberto Valdés Hernández (centroconvergencia.org)
Pinar del Río.- Se ha acumulado tanta injusticia. Se ha sembrado tanta mentira. Y se ha cometido tanta maldad. Se ha infligido tanto dolor. Se han gangrenado tantas heridas. En fin, se ha causado tanto daño a Cuba que pareciera que la única salida es el rencor, el odio y la venganza.
Incluso, algunos proponen el “cero perdón” para demostrar su intransigencia, su verticalidad y su radicalismo, frente al régimen que ha instaurado y promovido tanto dolor, tanta violencia y tantas muertes. Otros piensan que es “normal” tener tal reacción frente a tanta injusticia.
En efecto, el rencor, el odio y la venganza se conservan, se perpetúan, se multiplican y crecen, cuando se replican los mismos métodos que han sembrado los que han perpetrado tales injusticias. Es una cadena muy difícil de quitar. Es un círculo vicioso muy duro de romper.
Sin embargo, la historia de la Humanidad está adornada de gloriosos ejemplos en que hombres, mujeres y naciones se lo han propuesto y han logrado romper esa espiral de maldad, violencia y odio. A lo largo de los siglos, las geografías y las culturas más variadas, han crecido, como trofeos de verticalidad y civismo, heroicos paradigmas que demuestran que es posible romper la inercia del odio, de la venganza y de la muerte.
En Cuba tenemos una constelación de hombres y mujeres que no copiaron los mismos mecanismos de odio y venganza que aquellos que los reprimieron y violentaron. Incluso tenemos luminosos testimonios de jóvenes cubanos que murieron en el paredón perdonando a sus verdugos como lo hizo Jesús en la cruz, y para dar testimonio martirial de esto, unían al perdón el grito de: “Viva Cristo Rey”. Así sellaban con su sangre aquella enseñanza del Apóstol de nuestra Libertad: “En la cruz murió el hombre en un día, pero se ha de aprender a morir en la cruz todos los días” (O.C. t. 5, 140).
José Martí, hombre de quien no cabe duda de su coherencia y coraje, nos alertaba:
“Perdonar es desarmar” (O.C. t.14, 426).
“Perdonar es vencer” (O.C. t. 9, 488).
Es decir, que lejos de ser el perdón una rendición, o una batalla perdida, el perdón es siempre vencer sobre el odio, sobre la venganza, sobre la injusticia.
Martí sigue profundizando en el valor del perdón cuando dice:
“Solo edifican los que perdonan y aman. Se ha de amar al adversario a quien se está derribando por tierra. El odio no construye”. (O.C. t. 14, 496).
Si de verdad queremos construir una sociedad diferente a esta, y mejor que todas las anteriores, debemos aprender lo que el mismo Apóstol nos enseñó:
“Un perdón puede ser un error pero una venganza es siempre una infelicidad” (O.C. t. 6, 395). “El perdón es bello”…[pero] “no puede haber perdón cuando no haya habido justicia”. (O.C. t. 17, 13 y t. 15, 421).
Fieles a estas enseñanzas del Apóstol, nuestras propuestas de cambio y transición pacífica en Cuba se basan en tres procesos inseparables entre sí:
– Un proceso de rescate de la memoria histórica y la restitución de la verdad.
– Un proceso de justicia transicional independiente, ágil, humanista.
– Un proceso de perdón, magnanimidad y reconciliación nacional.
El XII Informe del Centro de Estudios Convivencia, (www.centroconvivencia.org) que ha consensuado los aportes de pensadores del más amplio espectro filosófico, político y religioso, de la Isla y de la Diáspora, propone una hoja de ruta para una transición pacífica y ordenada cuya síntesis es presentada así:
“Un auténtico y eficaz camino de transición pacífica en Cuba debería incluir necesariamente el tener en cuenta estas cuatro necesidades y procesos que le den solución:
1.Ante la mentira histórica y la amnesia de los errores pasados, es necesario un proceso de Verdad y Memoria Histórica.
2.Ante las injusticias y crímenes cometidos y el peligro de que queden impunes, es necesario un justo, sereno y ágil proceso de justicia transicional que incluya: Reparación integral de las víctimas mediante medidas de indemnización; rehabilitación, restitución, satisfacción y garantía de no repetición.
3.Ante posibles reacciones de odio, revanchas, venganza y caos violento, es necesario un proceso de magnanimidad y perdón, sin amnesia ni impunidad.
4.Ante las divisiones, fracturas y desarticulación de la persona del cubano, del tejido social, del alma nacional, y de las leyes y estructuras, es necesario un proceso de sanación y reconciliación nacional que incluye, dentro de sí mismo, con unas sinergias complementarias y holísticas, a estos cuatro componentes indisolublemente relacionados entre sí. Ninguno de ellos puede faltar ni negar a los otros procesos”.
No podemos, ni debemos, imitar, repetir o mimetizar los mismos métodos y los mismos sentimientos de odio y revancha que han hundido a Cuba en la actual miseria material, moral y espiritual. Responder al mal con mal, reaccionar ante la violencia con otra violencia, devolver con venganza el mal que hemos sufrido sería la peor de las derrotas. Es necesario “vencer el mal a fuerza de bien” (Rom. 12, 21).
Cuba tiene, desde sus raíces fundacionales, un espíritu cristiano de convivencia, concordia, perdón y amor que hizo grande a la nación desde su nacimiento hasta la primera mitad del siglo XX.
Sanemos las heridas del alma cubana, e irguiéndonos sobre la verdad, la justicia y el perdón, reconstruyamos a la nación con la fórmula del amor triunfante que nos legaron Varela y Martí.