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El partido comunista y el desgaste final de Boric: Chile decide el 14 de diciembre

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Por Jorge L. León (Historiador e Investigador)

Houston.- Chile llega al 14 de diciembre de 2025, segunda vuelta presidencial, con un país marcado por el desencanto y un gobierno que terminó hundido en sus propias contradicciones. Después de la primera vuelta del 16 de noviembre, la ciudadanía enfrenta una definición crucial: continuar con un proyecto debilitado o apostar por un cambio que retome el orden, la seguridad y la gobernabilidad.

Gabriel Boric inició su mandato con un discurso renovador, prometiendo diálogo y moderación. Sin embargo, sus constantes titubeos y retrocesos ante las presiones internas revelaron un liderazgo vacilante. Lo que comenzó como una esperanza se convirtió en una secuencia de dudas públicas, giros inesperados y promesas incumplidas. El presidente nunca logró instalar un rumbo sólido.

A este desgaste se sumó el papel dominante del Partido Comunista, cuya rigidez doctrinaria se convirtió en el mayor obstáculo para la gobernabilidad. Su influencia en momentos clave —desde el fallido proceso constituyente hasta la definición de reformas económicas y de seguridad— arrastró al Ejecutivo hacia posiciones extremas, alejadas de la ciudadanía y de la realidad del país.

La figura de Jeannette Jara, comunista ortodoxa y protagonista en el gabinete simbolizó esa desconexión. Sus posturas inflexibles en temas previsionales y laborales terminaron empujando al gobierno a defender reformas inviables, profundizando la fractura interna y aumentando el rechazo público. Su arrastre ideológico, basado en un marxismo anclado en otra época, fue un recordatorio permanente de que parte del gobierno no buscaba acuerdos, sino imponer un dogma.

La realidad chilena

Mientras tanto, Chile enfrentaba un deterioro acelerado en seguridad: delitos violentos al alza, crimen organizado en expansión, migración irregular sin control y una sensación ciudadana de impunidad generalizada. El PC se negó sistemáticamente a respaldar medidas más firmes, dejando al gobierno paralizado en el momento más crítico.

En lo económico, las iniciativas radicalizadas impulsadas desde el sector comunista frenaron la inversión, generaron incertidumbre y dañaron la confianza empresarial. El país dejó de crecer y la población sintió el impacto en su vida cotidiana.

Este cúmulo de errores abrió una oportunidad clara para la derecha. José Antonio Kast llega a la segunda vuelta fortalecido, no solo por su discurso de orden y firmeza, sino por el colapso evidente del oficialismo. La ciudadanía, cansada de la improvisación y el dogmatismo, parece dispuesta a un viraje que permita recuperar la normalidad perdida.

El balance es transparente: el gobierno de Boric naufragó por la fragilidad de su liderazgo y por la influencia desproporcionada de un Partido Comunista que impuso una agenda desconectada del país real. La experiencia deja clara la lección: cuando la ideología pretende reemplazar a la realidad, el resultado es inevitablemente el fracaso.

El 14 de diciembre será, para Chile, más que una elección. Será el veredicto definitivo sobre un proyecto que se prometió moderno y terminó atrapado en el pasado.

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