Enter your email address below and subscribe to our newsletter

El nieto de Fidel reparte epopeyas en Ecuador

Comparte esta noticia

Por Yeison Derulo

La Habana.- En Quito, mientras los estudiantes de la Universidad Central escuchaban hablar del “desarrollo científico y sanitario de Cuba”, el nieto de Fidel Castro, Fidel Antonio Castro Smirnov, explicaba orgulloso cómo la Revolución convirtió la ciencia en estrategia y no en lujo. Habló durante horas, con la solemnidad de quien cree estar narrando una epopeya, mientras la isla que lo vio nacer sigue lidiando con apagones, falta de medicamentos y un sistema de salud que hace años dejó de parecerse a la postal que él presenta en cada conferencia.

Castro Smirnov recordó los discursos de su abuelo durante el Período Especial, la insistencia en que la ciencia sería el motor económico del país y mencionó la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), el polo científico y hasta el programa nuclear cubano. Desde la tarima ecuatoriana, todo parecía un catálogo impecable de logros y proezas, como si en la isla no quedaran hospitales sin agua, consultorios sin médicos, o familias recorriendo farmacias enteras para no encontrar ni una simple dipirona. La narrativa, por supuesto, sonó perfecta: una ciencia resistente a bloqueos, crisis y derrumbes.

En el auditorio, cuando un estudiante le preguntó por la carga de llevar el apellido Castro, él respondió que no eligió a su familia pero sí los principios que defiende. Una frase pulida, lista para titulares. Pero lo cierto es que la isla que heredó ese linaje vive una realidad completamente distinta a la que él describe. Porque mientras celebra en Ecuador los frutos del “sistema educativo que lo formó”, en Cuba miles de jóvenes abandonan las aulas, emigran o hacen colas infinitas para conseguir comida, no por falta de principios, sino por falta de país.

Al terminar la conferencia, autoridades de Quito le entregaron reconocimientos por su trayectoria y por su participación en un congreso de nanotecnología aplicada a la salud. Todo quedó documentado: fotos, diplomas, abrazos. Afuera, los asistentes agradecían haber “conocido la realidad científica de Cuba”. Una realidad contada desde un escenario, no desde un policlínico sin yeso, un hospital sin anestesia o una sala de terapia donde los ventiladores se rompen más rápido que las promesas oficiales.

La ciencia cubana, presentada como potencia, sigue siendo exhibida en congresos y universidades del extranjero, mientras en su propia casa el sistema sanitario se desmorona con la misma velocidad que el país entero. Y ahí está el contraste más grotesco: el nieto de Fidel, celebrado en Ecuador como estandarte del avance, mientras millones de cubanos viven en una isla donde no faltan conferencias, pero sí medicamentos, médicos y futuro. Cuba se cae a pedazos, y el nieto del comandante va por el mundo hablando de los cimientos. Aunque esos cimientos, en la vida real, ya no sostienen ni una consulta.

Deja un comentario