EL LÁTIGO NEGRO Y EL JABÓN OSO

De pronto surge EL LÁTIGO NEGRO, un diabólico enemigo enmascarado que daba latigazos a diestras y siniestras. Era peor que el indio Karinoa y que Sakiri el Malayo.

Nada se podía interponer entre Los Tres Villalobos y yo, mi madre tuvo que cambiar las 12 como su hora preferida para servir el almuerzo.

Por esas cosas absurdas de la niñez odiaba visceralmente al LÁTIGO NEGRO, pero al mismo tiempo se me metió en la cabeza tener un látigo negro.

Volví loco a mi padre unas Navidades buscando por media Habana un látigo para mí. Al llegar a mi casa cansado y con las manos vacías, el viejo protestaba: “Esteban de Jesús ¿a quién diablos tu piensas darle latigazos?”

De pronto surge un “milagro”: El jabón “Oso” comienza una campaña de una oferta de regalarles látigos preciosos a los niños que enviaran a la estación de radio 10 envolturas del jabón.

Entonces agité a mi pobre madre, le pedí encarecidamente que botara todos los jabones “Candado” que eran los que ella usaba y la obligué a comprar “Oso”. Y tremenda pituita que formé vigilándola y exigiéndole que lavara constantemente.

Al fin mi madre -siempre estoica y sonriente- me despertó una mañana y me dijo: “Mira, Estebita, fui a la bodega de Joseíto Márquez y compré ocho jabones de un tiro, aquí tienes tus 10 cubiertas de OSO”. Brincos de alegría yo daba.

Envié las envolturas para CMQ RADIO, y los próximos siete días me los pasé desesperadamente esperando por el cartero que me trajera mi bello y profesional látigo negro.

¡Tremenda decepción!: Lo que me mandaron fue una basura, una miniatura de látigo, un palito de tocar tambor con una cinta negra plástica pegada a la punta, que se rompió a los dos días. Mi berrinche fue vigueta.

De ahí en lo adelante no quise que más nunca entrara en mi casa un jabón Oso.

Y para rematar le dije a mi madre: “Mira, mami, regresa al jabón Candado porque ese sí cumple lo que promete y les regaló una “Villa Jabón Candado” a la familia de mi amiga Juanita Manaricua”..