Por Manuel Viera
La Habana.- Acabo de recuperar el espejo de mi carro, ese que me robaron ayer a pleno día y a la vista de una vecina. Les voy a contar cómo pude tener de vuelta a mi querido espejo.
Después de varias horas en la cola de la gasolina en el CUPET de 13 y 84, a seis escasas cuadras de mi casa, dos muchachos muy jovencitos se me acercaron y ofrecieron un espejo retrovisor. Pedí que me lo enseñaran y, tan pronto lo vi, lo reconocí. Ese espejo ha sido mi compañero por casi 20 años y le conozco cada mancha. Abrí el maletero, puse el espejo y lo cerré. ¡Quedé impactado! ¿Qué posibilidades tendría de que entre tres millones de habaneros y en una ciudad tan grande, me propongan algo que me robaron el día antes? Ahí fue cuando les dije a los rateros que llamaría a la policía era mío y tenia un testigo. Mientras les hablaba, con un poco de carácter para que no se fueran a ir, llamé a la policía frente a ellos…Poco a poco se alejaron disimuladamente y al llegar a las cercanías de la esquina salieron corriendo. Todo ello frente a muchísimos testigos en la cola. Pasé dos horas más en esa cola y la patrulla nunca llegó. La próxima vez que necesite a la PNR, llamaré diciendo que hay alguien pintando un cartel que dice Canel o están gritando Patria y Vida sonando una cazuela. Estoy seguro que así podré contar con su distinguida presencia.
Ya casi es preferible llamar una ambulancia. No llegaron nunca. Lo curioso de todo esto es que los chicos viven en el barrio, los he visto antes y tendrán apenas unos 16 años. Son capaces de robar en un auto poco común y ni siquiera grabar su imagen, 24 horas después que cometieron la fechoría. Ni siquiera le limpiaron el polvo. Algo está fallando en las escuelas y en las familias, la potencia educativa no anda bien, están saliendo muchos rateros brutos de ellas y a estos dos los voy a proponer a la medalla del imbécil del año.
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