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Por Esteban Fernández Roig
Miami.- El capitán guerrillero del Escambray, Edel Montiel, fue uno de los pocos hombres que Fidel Castro ofreció una recompensa por su captura en Las Villas. Lo acusaban de que su guerrilla había matado al comandante Piti Fajardo.
Este valiente, agradable y súper inteligente guajiro nació en Santa Clara el 15 de mayo del 1934. Se alzó en el Escambray, sendo uno de los principales líderes de esa gesta heroica.
Combatió como un león durante meses, rompió cientos de cercos, llegó a Florida herido, con los pies ensangrentados, junto a Vicente Méndez y varios guerrilleros mas.
Gracias le doy a Dios por haberlo conocido, por haberle servido de telegrafista, por haber estado preso junto él en la Base Las Calderas, en Santo Domingo.
En la época de la JURE y de la Motonave Venus yo siempre pedía desembarcar en Cuba con él, bajo sus órdenes, porque era muy precavido y discreto y me decía: “Vamos a pelear, pero te prometo que vamos a salir vivos de esta contienda”. Esa opción era más agradable para mí. La de Vicente era lanzarse como un LEÓN a fajarse directamente contra miles de enemigos castristas.
Al principio estaba engrasando mi pistola – y quizás para probarme- me dijo: “Ponle una sola bala, porque en la Sierra, si tienes que acudir a ella es porque estás perdido, y si no quieres caer preso te das un tiro en la cabeza”.. Se rió y nunca supe si estaba hablando en serio, estaba jugando, o solo quería conocer mi reacción.
Le hice caso, le puse una solitaria bala a la P38. Y de ahí, poco a poco, fui ganándome su amistad, nos suplíamos las deficiencias, él me ayudaba mucho a entender «las cosas del campo” y yo le escribía sus cartas.
Considero que estar bajo sus órdenes me imprimía tranquilidad, seguridad y hasta valentía. Con él acobardarse casi era una sentencia de muerte.
Muchos años después a Edel le dieron varios derrames cerebrales, andaba por Miami en una silla de ruedas, casi no reconocía a nadie, pero un íntimo amigo mío llamado Carlos Hurtado cuando se lo encontró en la entrada de las oficinas de Alpha 66, le dio una ayuda económica.
Le dijo: “Oye, aquí te manda Esteban desde Los Ángeles ¿Te acuerdas de él?” Se sonrió y le respondió: “Sí, me acuerdo de Serapio” … Así me llamaba durante esa etapa de mi vida.
Dijo con voz entrecortada: “Dile que le envío un abrazo”. Me consta que el brigadista Pepito Regalado también lo ayudaba cuando se lo encontraba.
Los que lo veían pensaban que era un indigente cuando en realidad fue uno de los mayores héroes que ha dado nuestra causa.