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Por Oscar Durán
La Habana.-Los cambios en Cuba nunca llegan con fanfarria, sino con silencios estratégicos. Así ocurrió con la salida de Yailín Orta de la dirección del diario Granma. No hubo nota oficial, ni explicación alguna, solo la certeza de que algo había estallado en la redacción. Dicen quienes estuvieron dentro que el ambiente mejoró de la noche a la mañana. Y en medio de ese terremoto silencioso apareció un rostro ya conocido: Dilber Reyes -a la derecha en la foto-, hasta entonces subdirector. Ahora es director en funciones del periódico que ha sido altavoz del Partido Comunista desde 1965.
Reyes no es un improvisado. Lleva años en la maquinaria editorial de Granma y conoce cada engranaje de la institución. Su firma ha aparecido en coberturas históricas, en reportajes sobre la Revolución y en textos que intentan sostener la narrativa oficial en medio de un país en crisis. Ahora, su reto es mayor. No solo debe administrar un diario en decadencia, sino intentar hacerlo relevante en tiempos donde los cubanos buscan más en un grupo de Facebook que en las páginas del órgano central del PCC.
Hay que reconocerle que, incluso antes de asumir la dirección, ya impulsaba iniciativas como la jornada por el 60 aniversario de Granma. Allí hablaba de compromiso, de sentido de pertenencia y de “revitalización”. Son palabras que suenan bonitas en el discurso, pero que tienen poco eco cuando afuera la realidad se derrumba. Reyes carga con esa contradicción. Vende optimismo desde un medio que cada día pierde más lectores y credibilidad.
No será fácil su papel. Díaz-Canel ha reclamado a los medios oficialistas “modernidad, originalidad y multimedialidad”. En la práctica eso significa convertir a Granma en algo más que un panfleto reciclado. Es un reto convertirlo en un periódico que pueda sobrevivir en la era digital. Pero, ¿cómo hacerlo cuando la esencia sigue siendo propaganda política, cuando se carece de independencia editorial y cuando la censura es la brújula que guía cada titular? Dilber Reyes tendrá que jugar el papel del reformista en un ecosistema que castiga a los reformistas.
Su nombramiento es, al mismo tiempo, continuidad y advertencia. Continuidad, porque no hay ruptura real en la línea editorial: Granma seguirá siendo el portavoz del poder. Advertencia, porque demuestra que nadie es imprescindible. También indica que cualquier funcionario puede caer en desgracia de un día para otro. Reyes tendrá que caminar la cuerda floja. Debe satisfacer al Partido y al mismo tiempo intentar que sus redactores no mueran de tedio haciendo periodismo sin periodismo.
Al final, lo que está en juego no es solo la carrera de un periodista leal al sistema, sino la supervivencia del propio Granma como diario de referencia. El periódico que alguna vez pretendió ser brújula ideológica es hoy un barco que se hunde lentamente. Dilber Reyes, en su nuevo rol, tiene la tarea imposible de tapar las grietas. Veremos cuánto dura el silencio, cuánto tarda la próxima implosión. Y si, de una vez, el periódico entiende que sin credibilidad no hay futuro, aunque se tenga todo el poder detrás.