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Por Anette Espinosa ()
La Habana.- Dicen que la repentista Tomasita Quiala está hospitalizada y desde el hospital pide ayuda, porque en el sistema de salud cubano no hay lo que necesita para curarla.
Según la información, se encuentra en la unidad de cuidados intensivos del hospital Leopoldito Martínez, en San José de las Lajas, el peor centro posible donde pudieron haberla mandado.
Esto último no lo digo yo, me lo comentó una tía que vive en la capital de Mayabeque y quien alguna vez fue ingresada en ese lugar, que considera, con diferencia, «el peor de Cuba».
Dicen que Tomasita Quiala sufrió un infarto cardiovascular y que ella y su familia están pidiendo a gritos ayuda para obtener medicamentos.
A algunos les puede parecer raro, porque la repentista fue siempre amiga de los gobernantes, una especie de peón de la dictadura, que la utilizó mientras la necesitó.
La Quiala amenizó actos políticos, le cantó al difunto comandante e hizo loas de todas las cosas ‘buenas’ que hizo y de lo que legó a un país que destruyó de San Antonio hasta Maisí.
Y ahora, tal como le ha pasado a todos los que ha utilizado el régimen para su propaganda, la olvidaron. No la mandaron a la clínica Cira García ni a esos lugares donde se tratan los altos dirigentes y la familia real, sino que la hospitalizaron en el ‘Leopoldito Martínez’, que es mucho peor que La Benéfica, por ejemplo. Y eso es mucho decir.
Lo que sucede con la decimista es lastimoso, pero peor es lo que pasa con el resto de los cubanos, salvo con la clase dirigente, cuyos cuadros se chequean cada seis meses y, si les encuentran algo, al momento los mandan a hospitales donde no suele faltar nada.
Si tienen dudas de esto, y si conocen a algún militar importante, o a un dirigente del partido Comunista, pregúntenle cada cuánto tiempo lo examinan, si le faltan medicamentos… y si conocen a alguien más importante, que les cuente de dónde vienen los medicamentos de Raúl Castro y su familia.
A la tonta útil de Tomasita Quiala la abandonaron. La abandonaron porque ya no les sirve, porque su imagen no transmite nada en el aburrido programa Palmas y Cañas, y porque llevarla a algunos sitios es más costoso que lo que puede aportar.
Lo mismo que pasa con ellas pasó con muchos de los grandes deportistas de este país, que han muerto, o están a punto de hacerlo, en el más terrible abandono. Por ahí anda Alberto Juantorena, olvidado por todos, necesitado… escribiéndole, incluso, a amigos de fuera, para que lo ayuden.
Tomasita Quiala es el ejemplo clásico de lo que les espera a los lebreles del castrismo.