Por Pedro Monreal (El Estado como tal)
La Habana.- En una nueva vuelta de tuerca a la dolarización en Cuba, el Ministerio de Comercio Interior (MINCIN) se suma vigorosamente al reemplazo del peso cubano por divisas, segmentando mercados, debilitando la política monetaria y favoreciendo desigualdades.
No se trata solamente de que tradicionales entidades “recaudadoras de divisas” hayan fortalecido su infraestructura para transacciones internas directamente en divisas (incluyendo efectivo), sino que el MINCIN se lanza a fondo anunciando 50 tiendas dolarizadas.
El entusiasmo dolarizador arranca del sesgado reconocimiento de que hay una “oferta deficiente en moneda nacional”, pero sin mencionar que también son deficientes los salarios y pensiones en moneda nacional. La dolarización no resuelve esos problemas estructurales.
Afirmar que las divisas recaudadas servirían para aumentar ofertas en moneda nacional a la población es, cuando menos, una idea desacreditada por la práctica reciente, sobre todo cuando se anuncia una considerable inversión en la propia infraestructura comercial.
Es problemática la narrativa oficial de que el comercio mayorista en divisas garantizará insumos para fomentar la producción nacional. El funcionamiento de eslabonamientos requiere otros factores, p.ej. suministro estable de energía e incentivos a productores nacionales.
Llama la atención que intente venderse un círculo virtuoso de recaudación dolarizada- venta de insumos en divisas- fomento de producción, conociéndose el fallo del esquema de la empresa estatal GELMA en sus ventas en divisas a los productores agropecuarios.

En principio, la captación interna de divisas no requiere comercio interno dolarizado. En una economía con unificación monetaria y cambiaria esa función la cumplen los mercados cambiarios (oficial e informal). El comercio interno en divisas es una opción. No es una necesidad.
La expansión del comercio interno dolarizado no parece ser tanto un mecanismo para potenciar la recepción de remesas, sino una vía para redireccionarlas desde el mercado cambiario informal hacia grandes “holdings” estatales.
Habrá que ver cómo funcionaría esa reorientación de las remesas en el anunciado nuevo mecanismo de “asignación de divisas” y el supuesto “redimensionado” mercado cambiario.
La dolarización le pone otro “candado” a las desniveladas reglas de juego de los “actores” económicos. No solamente los privados están excluidos del comercio mayorista, sino que el redituable comercio minorista dolarizado es monopolizado por pocos “holdings” estatales.
En un marco de creciente control monopolista estatal del comercio interno en divisas, parece campear un cínico discurso oficial que presume de “flexibilización”, “incentivos para atraer inversionistas extranjeros” y “precios competitivos” que no queda claro qué pudieran ser.
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