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Dodgers alargan la Serie Mundial

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Por Claudio di Girolamo

Toronto.- No habría coronación canadiense, no señor. No con Yoshinobu Yamamoto lanzando fuego como si cada pitcheo fuera un manifiesto personal. No con Mookie Betts recordando, en el preciso instante en que la gloria parecía teñirse de azul canadiense, que su nombre no es cualquier nombre, sino sinónimo de liderazgo, sangre fría y espectáculo. No con los Dodgers, que parecen tener un pacto sagrado con la épica de octubre.

El Rogers Centre amaneció preparado para celebrar, pero terminó siendo testigo de un velorio deportivo. Tres carreras en la tercera entrada bastaron para enfriar la euforia y devolver el orden natural del béisbol: los Dodgers sobreviven, los Blue Jays suspiran. Yamamoto, sin necesidad de completar el juego, ofreció seis entradas de dominio quirúrgico, dejando claro que la precisión japonesa no conoce de presión ni de estadios hostiles.

No fue una noche de grandes batazos ni de cifras escandalosas. Fue una de esas veladas donde el béisbol se convierte en ajedrez: cada movimiento calculado, cada error potencialmente mortal. Gausman lanzó bien, pero Yamamoto lanzó mejor. Y detrás de él, la juventud de Roki Sasaki y la experiencia de Tyler Glasnow cerraron el candado con la serenidad de quien ya ha estado en el infierno y no teme volver.

La estadística lo dice: en series al mejor de siete, los equipos que logran forzar el séptimo partido ganan casi dos de cada tres veces. Pero más allá de los números, está el pulso. Los Dodgers huelen a historia. Son un conjunto que entiende el dramatismo como combustible. No se conforman con ganar; necesitan sufrir, caer y levantarse para que su victoria tenga sentido.

Toronto, mientras tanto, queda a merced de la ansiedad. Un país entero soñando con una segunda corona y un equipo que de pronto recuerda lo que duele estar tan cerca. En el diamante, la tensión es materia viva. No hay favoritos, solo sobrevivientes. Todo se reduce a un juego, una noche, un error o un batazo que puede redefinir carreras enteras.

El sábado por la noche, el mundo del béisbol se detendrá. Juego siete. Los Dodgers contra los Blue Jays. Yamamoto ya hizo su parte. Betts volvió a ser Betts. Y en Los Ángeles, el eco de una tradición vuelve a retumbar: los grandes equipos no se eliminan, se inmortalizan.

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