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LA MAYORÍA EN CUBA QUIERE UN CAMBIO

DISCERNIR PARA PERMANECER EN LA VERDAD

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Por Eduardo González Rodríguez ()
Santa Clara.- Las novelitas románticas de antaño tenían una estructura bastante simple. En la mayoría de los casos narraban la historia de una mujer buena, hermosa y adinerada que terminaba enamorándose de un hombre pobre. A veces, para variar, el adinerado era el hombre, pero el esquema era el mismo. También terminaba enamorándose de una muchacha pobre.
Para que todo fuera creíble, tanto el hombre como la muchacha pobre debían ser buenos y hermosos. Permítanme repetirles lo que en otra época le comentaba a Ninet -mi profesora de literatura de la secundaria- sobre este tema: en la pobreza, rara vez se puede ser hermoso espiritualmente, pero hermoso físicamente es prácticamente imposible.
Los pobres siempre están mal alimentados, comen lo que aparece, se visten sin respetar las normas de moda y utilizan un lenguaje directo, cuya base fonética tiene más de frustración y amargura que de instinto romántico. Además, los pobres no soportan a los adinerados, al igual que los adinerados, por muchas donaciones, fundaciones y beneficencias que hagan, tampoco soportan a los pobres. La frase «es un hombre pobre, pero honesto» es un invento de los políticos para que los pobres lleven mejor su miseria.
Suponer que todos los ricos son unos explotadores, también es un invento de los políticos para hacerse millonarios a costa de prometer un mundo mejor para los pobres. Pero, bueno, si quieren otro día hablamos de ese tema. Vamos a seguir con la novela…
A causa del amor, esta mujer adinerada, o este hombre adinerado, tienen que luchar contra los prejuicios de la sociedad, de sus propias familias y de los enamorados de su propia clase que tienen cada uno. Porque, sí, para que esto siga funcionando hay que complicarlo un poco. Así que la adinerada tiene un enamorado con plata y el pobre tiene una enamorada pobre como él. De esta manera es que nos enteraremos de qué cosa piensa cada uno de su rival. El enamorado con plata le dirá a la mujer «¿Cómo vas a fijarte en un muerto de hambre sin clase que no tiene donde caerse muerto?» A los efectos, y sin saber cómo, ni por qué, este muerto de hambre sin clase es idéntico a Brad Pitt.
Igual la enamorada pobre le dirá a su príncipe «¡Me has tenido engañada todo el tiempo! ¿No era que odiabas a los ricos? ¿No decías que por culpa de ellos es que estábamos viviendo en la miseria?» Esta mujer adinerada sería en la imaginación del lector algo así como Julia Roberts.
Para que el lector no haga afinidad con estos enamorados despechados, basta convertirlos en malvados en un giro de la trama.
Y ya. Los enamorados de distintas clases, por fin, terminan juntos. ¡Y qué curioso! No se van a vivir con los pobres. Pasan la luna de miel en Francia y luego compran una mansión cerca de un ingenio donde los negros trabajan alegremente 18 horas al sol. Allí son felices para siempre…
(Continuará)