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Por René Fidel González García
Santiago de Cuba.- Toda dominación política -y cualquier otra- es realmente una forma de control. Se trata de la disposición del tiempo económico, político y social de los otros hasta en los más mínimos aspectos.
Ninguna rebelión ha dependido jamás de otra cuestión que no sea que los oprimidos sean conscientes del tiempo. Se pueden demorar, retrasar y posponer hasta parecer que ya no ocurrirán, pero una vez que los oprimidos son conscientes de esto son indetenibles.
Todas las rebeliones contra la opresión política ha sido siempre un esfuerzo práctico. Aunque extraordinario, buscan reconquistar el tiempo. Pretenden socializar y democratizar su apropiación, disposición y uso, con el objetivo de construir proyectos de vidas que nos ofrezcan una oportunidad cotidiana a la felicidad, plenitud y alegría.
No hay otra forma de intentar conseguir esto que no sea disputar y arrebatar el tiempo a los que lo dominan. Además, ellos disponen de él, lo limitan, controlan, secuestran y se lo reservan para ellos, sin otra consideración que el capricho.
El capricho cuando es impuesto a otros no puede ser visto nunca como una razón, es poder, en su forma más cruda, grotesca y soberbia.
Mira alrededor tuyo, puedes entenderlo fácilmente. No es que estés fracasando, es que te han estado robando el tiempo.
De todos los derechos y libertades por reivindicar en esta nuestra única vida, el derecho al tiempo quizás sea el más importante de todos.
Este es nuestro tiempo, es nuestro derecho.