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Por Mauricio de Miranda
La Habana.- He visto completa la vehemente intervención de Jorge Luis Tapia Fonseca, viceprimer ministro de Cuba a cargo de la agricultura y la alimentación, para abordar la «implementación» o más bien la «no implementación» de la Ley de Soberanía Alimentaria adoptada en 2022, en la sesión plenaria de la Asamblea Nacional.
Algunas de las medidas que se plantean son adecuadas, como la creación de un Banco de Fomento Agrícola, reducción de tarifas de servicios públicos, reducción de impuestos, pero, por otra parte, reaparecen otras que ya probaron su ineficacia y no aparecen otras que son imprescindibles.
No soy especialista en temas agrícolas, sin embargo, la urgencia de la situación debe llevarnos a pensar. Sobre todo, no podemos analizar la crisis alimentaria desconectada con la crisis económica general y con la crisis institucional porque lo que sucede en este sector no es independiente a lo que afecta a la industria, la infraestructura y a todo el país.
Escribiré sobre esto, pero por ahora solo comentaré algo de la intervención del vicepremier. No es con métodos de ordeno y mando como se solucionan los problemas de la agricultura cubana y de la alimentación de los cubanos; no es con huertos en los patios de las casas ni con cría de pollitos en los balcones como se van a solucionar estos problemas, o es que acaso ¿vamos hacia la comunidad primitiva?
https://www.youtube.com/watch?v=vlyJKBVhWaY
Podrían empezar con trasladar a la agricultura, la industria, la educación y la salud pública una parte considerable de los recursos que incorrectamente han invertido en hoteles y bienes inmobiliarios a pesar de bajos niveles de ocupación.
No es posible seguir apelando a fórmulas fracasadas para no adoptar las medidas que son imprescindibles, pero para ello es necesario desatar las «camisas de fuerza» en la que ha sido encerrado el país, su economía y su sociedad.
En un país en el que la economía es administrada -y no digo planificada que no lo es- con un altísimo nivel de centralización, ¿de quién es la culpa de decisiones equivocadas de inversión pública? ¿de quién es la culpa de la caída en picada de la producción? ¿de quién es la culpa de que prácticamente todo funcione mal? De ustedes, señores ministros, del gobierno. Y esa es una responsabilidad compartida con la dirección del Partido, porque en su máximo nivel se toman las decisiones más importantes. Y también es responsabilidad de la Asamblea Nacional porque no ha cumplido con su deber constitucional de pedir cuentas al gobierno por su gestión. Y también es una responsabilidad nuestra como ciudadanos por no pedir cuentas a quienes dicen representarnos por su gestión, por callar, por tener miedo a decir lo que queremos decir debido a las posibles represalias.
Ahora bien, una Asamblea Nacional que solo refleja una opción política y no el amplio espectro político que hoy caracteriza a la sociedad cubana, aunque quienes dirigen el país no quieran reconocerlo, no es la Asamblea Nacional que necesita el país. Y estas sesiones lo demuestran.