Por Esteban Fernández Roig
Miami.- Creo firmemente en que los niños deben ser niños y disfrutar de su niñez apartados de la política.
Sin embargo, ese no fue mi caso. Fui hijo de un padre político y fui politizado casi desde que nací. Y le doy gracias a Dios por eso, porque no estuviera escribiéndoles a ustedes.
Ya a principios de agosto del año ’51, siendo un niñito, mi padre me explicó que Eduardo Chibás estaba en un grave dilema porque había prometido presentar pruebas del peculado de Aureliano Sánchez Arango.
Me hizo una seña y me dijo: “Este hombre no tiene pruebas de nada ”… Cayó en una encerrona, por lo tanto, el 16 de agosto de 1951 no me sorprendió el “suicidio” de Chibás.
Tenía yo siete años de nacido la mañana del 10 de marzo del año ’52 cuando mi padre me despertó, y me dijo: “Fulgencio Batista dio un Golpe de Estado” , y con lujo de detalles me dio una explicación lo que eso significaba y me dio a conocer las consecuencias que el madruganazo le traería al país.
No me acompañaba a mis juegos de pelota, me llevaba al “banco de los políticos” en el parque de Güines a hablar -y hasta discutir- con los políticos, concejales, con los alcaldes Jaime, Tagle, Tirso Brito, Morales Febles, y hasta con los representantes Fillo Zervigón y Armando Fernández.
Cuando el senador Alfredo Jacomino o el representante Virgilio Pérez visitaban mi casa, el viejo me sentaba en la sala con ellos a escucharlos conversar.
En el velorio de mi primo, el alcalde Jaime Quintero, me sentó en una silla entre él y el primer ministro Tony Varona.
El 26 de Julio del ’53, me dijo: “Este tipo es un gánster y es un cobarde”… Y el 8 de enero de 1959 me dijo: “Estebita, ¡se jodió Cuba!
Así es que ¡de mi padre lo aprendí!
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